La “dominicanidad” más que un concepto es un sentimiento, razón por la que definirla o establecer qué o quiénes podrían representarla es una labor titánica.
Sin embargo, y apuesto “la faja” en esto, sería aceptado por muchos que Jack Veneno representó en una época esa inefable idea.
Jack Veneno fue, además de extraordinario “luchador”, un gran creador. El solo nombre, que dijo lo “tomó” de una novela de vaqueros que le gustaba, donde uno de los personajes se llamaba “Jack el Veneno”, es genial, sonoro y pegajoso.
Ideó también una legión de personajes, “técnicos” y “rudos”, que forman parte de la memoria colectiva nacional: “El Príncipe Sabú”, “Los Hermanos Broncos”, “Hugo Sabino Beach”, “Puño de Hierro”, “El Puma”, “El Caballero Negro”, “El Taira” y los inolvidables enanos “Dominican Kid” y “Kid Bugalú”, son apenas una muestra de ello.
Esa “creatividad”, unida a la exuberante narración de Silvio Paulino, hizo época. Qué anuncios aquellos tan ingeniosos: “Forty Malt, un brazo de poder en cada cucharada”; “Esta es la lucha libre, el deporte que está conmoviendo a las grandes capitales del mundo...”; “Amarilis, échale agua”, o aquel inolvidable: “Todos los caminos conducen al Parque Eugenio María de Hostos”. O, cuando “voceaba” el narrador al borde del paroxismo: “…aprieta, aprieta, aprieta…”, y luego decía, ya casi sin voz, inaudible: “…llamen la ambulancia, AAAaaaaaaa…!!!!”
Además, creó técnicas y “llaves” para luchar de una efectividad tal que dejaban a sus contrincantes tendidos en la lona. “La manigueta y la polémica” eran, sin dudas, fulminantes. Y, aunque “el tope especial” y “la tijereta”, implicaban más trabajo para dejar vencidos a sus contrincantes eran, igualmente, únicas.
También, para orgullo nuestro, obtuvo todos los títulos posibles. Desde Campeón Nacional Western, hasta llegar a ser “Campeón de la boliiiita del mundo”, aunque para ello solo se enfrentara a los “rudos” del patio.
Una vez una vecina rompió su televisor con una olla en un momento que perdía una lucha el ídolo dominicano. Claro siempre con trampa, incluyendo “sal y piquetes en los ojos”. La doña tiró un grito, echó algunas pestes a esos malvados que le golpeaban hasta hacerlo sangrar, y le tiró al televisor la olla que tenía en las manos. No supimos como término todo. Sólo recuerdo que era una pelea “máscara contra cabellera”, “a tres caídas” y “sin límite de tiempo”.
Jack Veneno era tan grande que incluso no se notaba que era “gordito” y que en una época casi no podía hacer su afamada “voltereta”. Era un mito viviente, quizá por ser “un hombre de pelo en el pecho”.
Incluso, se puede afirmar de forma rotunda que, ningún dominicano que haya visto aquella pelea histórica frente al norteamericano “Rick Flair”, puede decir que no se sintió dignamente representado en ella. Fue algo apoteósico, solo él podía hacerlo, “el hijo de doña Tatica”. Allí puso la Patria y la Bandera en alto.
Hubo de todo: “sillas rotas”, “patadas voladoras” y “hombres por los aires”.
Y era igualmente, como buen dominicano llegado a la cúspide, generoso.
Regalaba “salamis” y motores “Sam Yang”, los cuales eran: “fuerte para el trabajo y buenos para el paseo…”, además tenían un “insuperable motor de cuatro tiempos…”.
Hoy nadie habla de él, es un gran olvidado como sólo se olvida a los grandes. Pienso que es un símbolo que debemos rescatar y que merece más “honoris causa”, premios y condecoraciones por sus “altos aportes a la Patria” que cualquiera.
Y ni hablar de su mayor creación: “Relámpago Hernández”, apodado “La Gallina” o “El Genio del Mal”, quien era “la suma de todas las maldades”, sin dudas otro símbolo de la “dominicanidad”, ido a destiempo, que merece también todo el reconocimiento nacional.
¡“Se oye o no se oye”!