En nuestra historia, las únicas tres ediciones del mayor espectáculo deportivo dominicano que se han suspendido han sido por motivos políticos. La caída de la tiranía de Trujillo obligó las cancelaciones de los campeonatos 1961-62 y 1962-63 y por la Revolución de Abril no se realizó el torneo de 1965-66.
¿Cuál es la realidad que presenta el país en lo económico, político y de salud?
En primer lugar, no se vislumbra una fecha en la que a la pandemia por el coronavirus COVID-19 se le pueda poner “The End”, como en las películas. Lo segundo es un proceso electoral incierto cuyo futuro no lo adivina ni Papá Liborio.
Pero, qué tiene en contra el montaje del próximo torneo de béisbol: un Gobierno qué llegará a octubre con las finanzas en rojo; más de 600 mil empleados suspendidos de sus trabajos, cifra que va en aumento como un carro sin frenos; un sector empresarial que llegará a octubre sin presupuesto, ya que han donado sus fondos y han tenido que enfrentarse a solventar sus negocios sin producir, en la mayoría de los casos, para combatir la epidemia; y otro factor en contra es que la temporada de Grandes Ligas podría, si se juega, terminar en diciembre.
El panorama luce oscuro, pero sobre todo en un país con la cara tapada con una mascarilla que no tiene fecha de vencimiento. Este COVID-19 “Made in China” debe poner al licenciado Vitelio Mejía, presidente de la Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana (Lidom), a buscar las piezas originales para ver si el carro puede arrancar en octubre.
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