lunes, 11 de octubre de 2010

El cóctel Beyoncé: 16 Grammy, miles de fans, fortuna y un contoneo imbatible

"Me estoy poniendo caliente" (en realidad, "I'm warned up now"), musita el rapero superventas Jay-Z. Pero su voz apenas es perceptible por la capacidad pulmonar de su compañera de videoclip, que saquea cada plano con un paso desafiante. Beyoncé Knowles balancea un short desbocado que le va mordiendo las nalgas. Los pechos bailan bajo la camiseta siguiendo el ritmo (ah, ah, ah, ah) mientras la cantante precipitalas estrofas sin perder el tono.El Mc sólo acierta a calarse la gorra y a contemplar cómo ese cuerpo rotundo repta ahora por el suelo, las piernas cambiando rápidamente de posición, los muslos tensos.

Después, el trasero poderoso agitándose compulsivamente a un lado y a otro, bombeando el aire, una y otra vez, ¡zas, zas!, como si quisiera abofetearlo. La melena vuela desatada con la ayuda del ventilador. Todavía la joven mecerá las caderas voluptuosas y permitirá que el chorro de agua de una boca de incendios le empape la ropa y se la pegue a la piel (looking so crazy… baby…looking…).

Han pasado siete años de aquel Crazy in love que se apoderó de las radiofórmulas de la época y que supuso el despegue de la carrera en solitario de Beyoncé tras una década junto al trío Destiny's Child. Hoy, con 29, su rostro sigue siendo el de esa mulata huracanada de mirada parda. Su figura, sin embargo, se ha ido ocupando con un laberinto de curvas cada vez más intrincadas: la cintura es más estrecha; el pernil, más apasionado; el final de la espalda, formidable; los movimientos, más elásticos.

¿Vergonzosa y tradicional?

Cuesta creer que la chica que ríe con soltura en las entrevistas y que se gana a las periodistas interesándose por la tienda en la que han comprado esa sombra de ojos o ese vestido tan "amazing" (increíbles), sea a diario una persona calmada y tímida, coma a ella le gusta afirmar: "Me corto cuando estoy en grupo. La gente espera que sea como me ven en la pantalla, pero no soy así en realidad".

¿Y cómo es cuando está lejos de las cámaras? En sus apariciones televisivas, a veces enfundada en solemnes trajes de chaqueta pantalón, se define como una mujer "en ciertos aspectos,tradicional". Si se le recuerda la sensualidad de sus espectáculos, argumenta que la que se sube al escenario es la artista, algo así como un "alter ego". La que queda abajo es familiar y muy celosa de su intimidad. El pastor Rudy Rasmus, encargado de la iglesia metodista en cuyo coro cantaba de niña, sigue siendo su asesor espiritual.

En cuanto a su supuesta escasez de habilidades sociales, culpa a una infancia y a una adolescencia consagradas al trabajo, durante las cuales siempre estuvo rodeada por adultos: "Cuando estaba en Destiny’s Child, no tenía tiempo para ir al colegio y un profesor venía a darme clase a casa". Sin embargo, asegura que no se arrepiente de ninguna decisión que ha tomado en su vida.

Tampoco de su relación desde 2003 con Jay-Z, su primer novio formal y con quien se casó en 2008. "No me gusta hablar de eso, pero estoy muy, muy feliz", confiesa. El músico, 12 años mayor que la estrella, ha colaborado en numerosos temas de su pareja y ha participado con parsimonia en sus clips. Además, ha vendido por su cuenta más de 50 millones de discos en todo el mundo y posee 10 Premios Grammys (todavía seis menos que Knowles). Se estima que entre los dos suman un patrimonio de más de 200 millones de dólares.

Una mujer real

El cuerpo escultural de Beyoncé es fruto, entre otras cosas, de un férreo entrenamiento.

No puedo comer todo lo que quiero, tengo tendencia a engordar "Soy consciente de que no puedo comer todo lo que quiero porque tengo tendencia a engordar", ha admitido.

Para mantener la misma talla que viste actualmente, va a correr y baila casi ocho horas diarias. Cuando no baila, acude al gimnasio o se entrega a la práctica de series infinitas de sentadillas con el fin de reafirmar las caderas y los glúteos. Le encanta tener las piernas duras, aunque para ello tenga que hacer algún sacrificio. El deporte para ella es más una obligación que un placer.

20minutos.es