Por José Checo Estévez
En el Ecuador las condiciones de vida de la policía son mucho mejores que la de los policías dominicanos y sin embargo…ya ustedes saben lo que paso. No se como un hombre o una mujer se deja convencer para alistarse a unas de las ramas militares. Es un oficio que a mi parecer no tiene muchos atractivos. Porque al pasar revista en los cuarteles, nuestros agentes y soldados tienen que estar bien vestidos, peinados, perfumados y con los zapatos brillosos.
Estos alistados, tienen que convertirse ademas en genios de las finanzas, para, con esos centavos que les paga el Estado cada mes, comer las tres calientes, pagar el alquiler de la casa, energía, ropa, farmacia, diversión, el colegio de niños, y todo eso, sin ponerle la mano a lo ajeno. Yo diría que si comparamos talentos, Albert Einstein era un renacuajo de aguas puercas, ante tanta destreza con el dinero. ¡Ay, con lo fácil que se lo gana un regidor, un administrador, o un diputado!
Cinco mil pesos –que es lo que gana un guardia del ejército- es una suma, que con los descuentos de ley, reduce aun mas esos emolumentos, y esa realidad, los obliga a vivir casi en la indigencia, pidiendo bolas en las carreteras; clamando, hambrientos y desesperados por el hambre, un pedazo de hociquito de puerco y tres tostones fríos, en los negocios de comidas; solicitando la misericordia de veinte pesos a los borrachos, o a las prostitutas melancólicas, con nostalgias maternales. Es un anillo maldito, que los envuelve y los aniquila paulatinamente, pero de manera inexorable, en el orden moral y espiritual.
De esta anaconda no escapa ninguno, salvo el que tenga las agallas y el corazón oscuro para desviar cinco kilos del material blanco incautado. El tipo que, en un parpadeo de ojo se hace con maletín lleno dólares y lo esconde de tal manera, que no aparece ni que apliquen un tortor testicular. Un aparato que se usaba en la época de Trujillo, para hacer hablar a los desafectos al régimen. Ni que lo bañen con acido del diablo, nada, el dinero o la muerte. Por eso tenemos esas matanzas tan salvajes como la de Navarrete y Paya. Por eso mismo, las bandas de los Figueroa Agosto y los Ernesto Paulino Castillo (Quirino).
Este salario, los arrodilla ante un mundo de carencias y reclamos domésticos, de llantos infantiles, de apremios lacerantes que aturden, que acongojan el corazón y que nubla las ideas puras, el amor por la patria, que hacen olvidar los consejos del padre ya muerto. Estos servidores públicos son la cenicienta del Estado, mal vestida, la que nunca sale a bailar y a la cual es fácil de criticar. Es la puta del barrio, la carajita de rostro pícaro, con un tatuaje de Homero Simpson en las pompis; esa, que los hombres “serios” solo buscan de noche, cuando amparados en la nocturnidad, quieren satisfacer un ocuro deseo, para olvidarse un rato de la esposa gorda y peleona.
Talvez, -no pretendo justificarlos, Dios me libre,- los policías ecuatorianos reaccionaron tan violentamente contra Correa, porque estaban recordando el monstruo de su pasado. Pero los hombres, si no quitan el barniz de la educación y no lesionan los intereses, si nos amenazan la comida, nos convertimos en fieras salvajes y primitivas.
Diferentes sectores de la sociedad dejan sentir su alarma y preocupación ante los constantes casos que publica la prensa dominicana de los famosos “intercambios de disparos”, en los cuales mueren miles de ciudadanos cada año. Bueno, eso es caldo del mismo cultivo. Ya hemos dicho que las debilidades institucionales de nuestra nación, son las que permiten este estado de cosas. Un país, donde las leyes son tan flexibles con los poderosos, donde la justicia, esa dama de larga espada y con la cara vendada, debe, antes de pronunciarse, destaparse uno de sus ojos, no vaya a ser que se equivoque de imputado y tenga que retractarse. Así no se avanza.
Y es que estamos fallando todos. Nadie quiere respetar las leyes. La frase de Benito Juárez, “El Respeto Al Derecho Ajeno Es La Paz,” parece no encontrar punto de apoyo en nuestro país. Jueces venales, rábulas del derecho, una claque política cuestionada grandemente por la corrupción, una clase empresarial que solo desea acumular dinero, sin ver lo que esta pasando a su alrededor.
Una prensa dividida, anquilosada a sectores de poder, no necesariamente oficialista. En el país, hay grupos económicos con sus propios medios, que manipulan, tergiversan y entorpecen la diafanidad y la discusión de los temas nacionales. Hacen de la opinión publica, algo confuso y complejo. Aquí solo se habla de corrupción administrativa y esa es sola una arista del problema. Así, de esta forma, viviendo como vivimos, no podemos echarle la cuaba solo a nuestros hombres de uniformes.
Aquí se maneja, se habla, se baila, se canta, se escribe, se vende, se compra, se come, se trabaja, se viste y se hace política, como a cada quien le viene en gana. No hay límites para nada. Pero aunque el deseo de los poderes facticos es mantener el desorden y la confusión reinante, para mantener el status quo, es necesario que lo mejor de la sociedad se levante y de la voz de alarma ante los niveles de corrosión que se advierte en la escala de valores de nuestra juventud. Con jóvenes descarriados, como la banda que asesinó a los taxistas, a la cual se le impuso una pena en la justicia que movió a indignación general. Así no se avanza.
Pero vuelvo a insistir, algo hay que hacer para detener el estado de inseguridad de nuestras calles. Hagamos como dice la FINJUS, vamos a realizar una Reforma Policial, de acuerdo. Pero también sigamos la recomendación que hace José Tomas Pérez, llevemos diez mil militares a la policía. Vamos a ejecutar el consejo de nuestros obispos de la iglesia, sometamos a ese cuerpo a una profilaxis, profunda, sacando a los ladrones y perversos.
Okay, apoyemos eso también; y de paso complazcamos a nuestro Ministro de Interior, Franklyn Almeyda Rancier, vamos tecnificar ese cuerpo, comprándole equipos modernos con un préstamo de US$ 160 millones de dólares del Eximbank, pero que sea ya, antes de que el ministro se ponga nervioso y haga un rebú. Pero todos sabemos que la fiebre no esta en la sabana y que el mal hay que buscarlo en la idiosincrasia misma de nuestra gente, en como se percibe así misma, como conglomerado humano y el valor que les damos a nuestras palabras y el nivel de calidad de nuestros pensamientos. El concepto que tenemos de la vida, de la filosofía, del Cosmos…
Nuestros policías pueden ser bien entrenados por el FBI de EU., por el Mossad, de Israel; por Scotland Yard de Inglaterra; por la KGB de Rusia, e incluso, por extraterrestres, pero si no tienen para comer y vivir decentemente, serán siempre un cuerpo de hombres mediocres, donde unos cuantos, por vagabundería o por necesidad imperiosa, mancharan a cada momento el honor de la institución. Los escándalos no dejaran de ocurrir porque se les aumente, pero por ahora, estos uniformados están obligados a buscárselas, es decir, tienen a manos una excelente excusa.
El presidente Fernández es un hombre inteligente, humano, y con una gran sensibilidad social. A partir de este escrito, yo espero que el se ponga a pensar de cómo hacer para mejorar los sueldos de nuestros militares y policías, esta era un consigna de campaña del profesor Juan Bosch, cuando el PLD buscaba el Poder; el, como discípulo aventajado del profesor, aunque enfrenta a grandes dificultades económicas desde el gobierno, debe saber que ese, -el aumento salarial de estos hombres-no debe esperar mucho.
Que tome medidas excepcionales, valientes. Que se la juegue. El momento lo demanda. No puede haber vacas sagradas; que toque la ganancia neta de los banqueros, el de las empresas cigarrilleras; las licoreras: cerveza, ron, vino y whisky; el de las grandes telefónicas, las cementeras; la industria de las galletas, de los refrescos; las ganancias del gran comercio, los industriales exportadores, los importadores; que grave con impuestos los plazos fijos, las tarjetas de créditos, en fin, que haga lo que sea, para garantizar que este aumento se concretice.
Pero nuestro presidente debe saber, y yo no creo que lo ignore, porque es un estadista brillante y con experiencia, y mas bien es un asunto de voluntad política, de que si el no actúa rápido con la tradicional desventura y poca atención estatal en que viven nuestros hombres de armas, devengando esos salarios miserables, y viviendo por debajo de la línea de la pobreza, se expone a una situación peligrosa, la cual tiene puede corregir a tiempo, procurando mejorar sus condiciones materiales de existencia. Vuelvo y digo: “Ojo Con lo de Correa”.
El autor es comentarista de televisión.