Por Juan Cruz Triffolio
Visitar el impresionante santuario marino samanense donde cada año incursionan las inofensivas, gigantescas y llamativas ballenas jorobadas, constituye uno de los más inolvidables y fascinantes espectáculos que la naturaleza dominicana permite disfrutar a plenitud.
Allí, a unas cuantas millas del epicentro del legendario templo conocido como “la“Churcha”, luego de navegar en una modesta embarcación, bajo el timonel de un intrépido y veterano yolero, capaz de cercenar las constantes y elevadas olas del mar, es posible contemplar el meteórico desplazamiento y los saltos que de manera espontánea realizan estos voluminosos mamíferos, teniendo como piscina natural un extremo de la atractiva y acogedora Bahía de Samaná.
La vista panorámica que pone al desnudo el trayecto marino que conduce al contacto directo con las ballenas jorobadas, matizado por el muy concurrido Cayo Levantado y un litoral arropado por el verdor de una extensa y exuberante vegetación, además de que imposibilita pensar en lo riesgoso de la odisea, lleva al visitante a envolverse en un alucinante diorama multicolor que raya con lo fascinante.
La presencia de las ballenas jorobadas, en el tentador Banco de la Plata y la envilecedora Bahía de Samaná, se registra cada año, durante los meses enero-marzo, en donde realizan un sorprendente ceremonial, luego de haberse desplazado desde los mares de Islandia, Greenland, Canadá y América del Norte, con el propósito de llegar al Atlántico para parir y buscar pareja en las calidas aguas dominicanas.
Publicaciones especializadas en el tema resaltan que todos los años, durante el referido periodo, unas 3,000 ballenas Jorobadas hacen presencia en un amplio tramo del litoral Nordeste de República Dominicana.
Aunque hasta hace poco tiempo se creía que sólo el 85% de las ballenas jorobadas del Atlántico nacía en aguas dominicanas y regresaba anualmente a aparearse y reproducirse, estudios recientes revelan que todas las poblaciones del Atlántico Norte vienen a reproducirse en las aguas que circundan de la provincia de Samaná.
La exhibición de los voluminosos mamíferos es portentosa sobretodo cuando se observa a los machos, con un peso superior a las 40 toneladas, mientras saltan sobre por encima de las olas y caen estrepitosamente unos metros adelante.
No logrando con sus movimientos la reacción de ninguna de las hembras, el macho procura atraerlas con una canción larga y monótona que las ballenas pueden oír hasta un radio de 30 kilómetros bajo las aguas.
Vale destacar que después parir sus pequeños, es notoria la presencia de las ballenas y sus vallenatos poniendo de manifiesto expresiones de confraternidad y aparente diversión, levantando su colosal cola, moteada por el negro y blanco, para luego iniciar su regreso hasta el Norte que tiempo atrás habían abandonado.
Contemplar las ballenas jorobadas en Samaná, simboliza una maravillosa experiencia digna de ser vivida en familia o en compañía de valiosos amigos, en ánimo de empezar a conocer uno de los inmensos e inolvidables encantos que ofrece la biodiversidad dominicana y que, además de motivar a un mayor compromiso con su preservación, induce al fortalecimiento de la identidad nacional.
La convocatoria que anualmente nos hacen esa imponentes criaturas obliga al impostergable disfrute de sus espontáneas visitas, la cuales son una muestra fehaciente de la imponderable grandeza y belleza de la madre natura.
Visitemos y cuidemos este impresionante santuario de la naturaleza, autentico regalo de la voluntad divina del Creador para el disfrute de todos.
Qué así sea..!!