PUERTO PLATA.-La peor y más reprochable acción propiciada por el ex secretario de Estado de Turismo, Felucho Jiménez, contra el destino turístico de Puerto Plata, en favor de cuyo rescate y relanzamiento, este controversial personaje promovió muchas iniciativas positivas, fue ordenar la destrucción de Long Beach, monumento sentimental que los puertoplateños adoraban como a una divinidad protectora.
Bajo el pretexto de que ese lugar se había convertido en un antro de prostitución que afectaba la imagen del destino Puerto Plata en el año 2006 se arrasó con todas las estructuras físicas que conformaban a Long Beach, lugar que fue una de las carnadas fundamentales que se utilizó para atraer turistas de todo el Cibao.
La destrucción de Long Beach coincidió con la remodelación del malecón y la regeneración de su famosa playa y nadie, ni siquiera los herederos de don Luís Arturo Pelegrín, quien lo adquirió mediante compra a don Pablo De los Santos y lo construyó, como afirma el doctor Sebastián Rodríguez Lora, en su libro "Estampas de mi pueblo", "con sudor de su alma" y que es su hijo mayor".
Rodríguez Lora define este maravilloso lugar "como un personaje vivo con el cual pudiéramos hablar y alzar una copa alegremente entre rumores, en horas sin minutos. Un personaje a quien por su pretensión de incorruptibilidad unos dioses irónicos hubieran convertido en una estatua de arena y de agua. Es una acuarela de mi pueblo".
El extinto escritor puertoplateño afirma que "Long Beach es único. Tiene Almendros que dejan caer sus frutos como cabezas de galos decapitados que picotean la arena como maíz y tragan agua espumante sin saber de su sal. Tiene uveros de racimos morados que parecen átomos emanados de un raro ácido. Tiene cocoteros que se aventuran a bajar al mar y se mojan los pies haciendo el rock-and-roll con el jazz del alisio",
Lo que fue durante mucho tiempo "el paraíso encantador de Quisqueya", como pregonaban los animadores de la famosa "Fiesta del bote", que tenía como escenario el Gran Salón Colón de Long Beach durante toda la temporada veraniega, pasó a ser un lugar desolado, triste y lleno de nostalgia, vigilado con celo por Wicho Pelegrín, para evitar que se pueda cometer otro crimen en contra del que fue el mejor rincón de la alegría de Puerto Plata.
Wicho Pelegrín, asistido por varios perros que junto con un cigarrillo que siempre lleva en los labios o que mantiene asido con sus dedos índice y mayor de su mano izquierda y los erguidos cocoteros que se levantan orgullosos en ese altar de la alegría que fue Long Beach, moviendo eternamente sus pencas y exhibiendo sus frutos.
Este hijo de don Luís Arturo Pelegrín, quien sin nadie pedírselo asumió el rol de centinela del que fuera, junto con la montaña Isabel de Torres, Poza del Castillo,
Por ese ineludible lazo sentimental no puede ocultar la rabia que siente al recordar ese triste momento cuando maquinarias pesadas y obreros con mandarrias echaban al suelo, todo aquello que a su padre le costó tanto esfuerzo levantar para dotar a Puerto Plata de una oferta turística tan interesante, que llegó a convertirse en su atractivo y sello distintivo más importante.
Wicho Pelegrín lamenta que los puertoplateños defendieran a Long Beach como debieron hacerlo, para evitar que se perpetrara este crimen infamante que le enajenó a Puerto Plata de uno de sus mejores activos naturales para satisfacer al turista criollo o extranjero que elije este destino para pasar sus vacaciones.
Ojala que el actual ministro de Turismo, Francisco Javier García, para reivindicar a Felucho Jiménez, que actuando a nombre del gobierno de Partido de