Por Juan Cruz Triffolio
Sociólogo - Comunicador
Varios bandoleros de los que frecuentemente tienen como escenario de sus reprochables y cotidianas acciones, el interior del Cementerio Nacional en la capital dominicana, profanaron la tumba del Coronel Francisco Alberto Caamaño Deño, con la intención de sustraer sus objetos de metal.
Además de la cadena que define el perímetro del pequeño mausoleo, los maleantes lograron apropiarse del asta y la bandera nacional que ondeaba en su alrededor, escamotear algunas de las plantas ornamentales y destruir gran parte del borde de la tarja en bronce que identifica la sepultura.
Con la malvada intención de robar la referida lápida, los malhechores emplearon resistentes cinceles y pesadas piquetas, no alcanzado materializar su indignante propósito por la profunda adhesión de esa pieza a la resistente bóveda y la inesperada intervención de algunos policías municipales que coincidencialmente merodeaban por el área.
La repugnante acción vandálica se produjo cuando aún Doña Maria Paula Acevedo -Chichita-, viuda del Coronel de Abril de 1965 y la Fundación Caamaño, no habían concluido el proceso de remozamiento del modesto nicho en donde se encuentran sepultados los restos del aguerrido comandante, figura emblemática de la Gesta Patriótica, Cívico-Militar que procuraba, fundamentalmente, el respeto a la constitucionalidad y la restitución presidencial del profesor Juan Bosch y Gaviño.
Según expone el profesor Julio César Aybar, asiduo visitante al Cementerio Nacional, donde descansan algunos de sus familiares, la profanación de tumbas, el robo de coronas, plantas ornamentales, candados y sarcófagos, en el mencionado camposanto, es algo rutinario pues además de que no se ha realizado el trabajo de remodelación de su verja perimetral, no se cuenta con un eficiente equipo de agentes de seguridad que haga imperar el orden y el respeto.
"En este cementerio todo está manga por hombro. No olviden que hace, relativamente, poco un tiempo le arrancaron el fusil y una de las manos a la escultura que proyectaba la figura de un militar protegiendo el Panteón del Ministerio de las Fuerzas Armadas Dominicanas, por lo que, finalmente, se optó quitarla", apunta el expresivo educador.
Resalta que el desorden y el irrespeto imperante no luce tener limites y que en ocasiones, ha tenido que interrumpir sus oraciones frente a la tumba de un familiar, por las trifulcas que escenifican algunos malandrines cuando utilizan el camposanto como punto para distribuirse el dinero y los bienes robados, al igual que los estupefacientes.
"A este lugar entra todo el mundo sin ningún control o revisión. No entiendo lo que está ocurriendo pero, a decir verdad, ni los muertos pueden descansar en paz. Es tiempo de que las autoridades municipales de la capital presten la debida atención a este cementerio llamado a ser un espacio de honra y reverencia pero que en realidad, se ha transformado en una madriguera de delincuentes, forajidos y criminales", subraya profesor Aybar al concluir sus declaraciones.