Unas tres décadas atrás conocí Jarabacoa. Para entonces la carretera no tenía asfalto y subir allí no era asunto para cualquier vehículo. Aunque uno de mis tíos era maestro en Pedregal, fue Ramón, un caballero muy mayor, que vivía después de Pinar Quemado y quien era responsable de una pequeña finca de otros de mis tios en Moca, quien me enseño su pueblo.
Recuerdo era mediodia y con el sol radiante sentí frío y había mucho olor a pino en todo el lugar.Pasó el tiempo y he vuelto decenas de veces a Jarabacoa. Es uno de los lugares de nuestro pais en que más me gusta estar.El panorama ha cambiado, no huele a pinar frecuentemente, los rios no son los mismos;aún así, Jarabacoa conserva su magia graciosa y penetrante.