JOSE ALFREDO ESPINAL
Editor/Caribbean Digital
SANTIAGO, República Dominicana./ Un amigo a quien estimo muchísimo cuando conversamos sobre el tema del periodismo siempre me recuerda que el enemigo de un periodista es otro periodista.
Su insistencia en decirme esta desagradable percepción que tiene acerca de los colegas comunicadores la recuerdo aun más cuando veo que al pasar del tiempo con regularidad un periodista es victima de otro de sus colegas, por una u otra razón.
Ese amigo periodista, a quien no voy a mencionar, parece que tiene mucha razón en lo que dice.
A propósito del tema, recuerdo que en una ocasión la destacada periodista Altagracia Salazar dijo en una conferencia, refiriéndose a sus colegas, que muchos se creen empresarios por el simple hecho de que se relacionan con ellos durante su ejercicio profesional.
Pero volviendo al tema de que el enemigo de un periodista es otro periodista, quiero apuntar lo siguiente.
Un periodista es capaz de blasfemar a su propio amigo y compañero de trabajo para conseguir su puesto, ese comunicador que se considera tu amigo y que presta servicio en una empresa como relacionista público se cree que su cargo es eterno y no te recibe.
El mismo periodista se aparta de ti en una rueda de prensa para ir de lambón donde el funcionario que le puede dar un anuncio, pero que no se da cuenta que le hacen caso porque ejerce para un medio de comunicación determinado.
Un periodista te hace la vida imposible porque cree que puedes hacerle sombra en su trabajo. Es tan mediocre, a veces, que simula ser tu amigo, pero por detrás te va matando como el cáncer.
Se que muchos colegas, amigos de la prensa que han leído este comentario posiblemente hayan sido victimas de sus propios compañeros.
Por eso cada día más abunda la pobreza moral y emocional de esos periodistas. Quizás económicamente no ocurre lo mismo y por eso pasan su dolor desapercibido.
Un periodista reemplaza a otro periodista en un medio de comunicación o como relacionista público, pero debe hacerlo con altura y con respeto.
Mi conciencia está tranquila porque gracias a Dios mi trasero no se ha sentado y le pido al Altísimo que ocurra nunca, en una silla del lugar de trabajo de un amigo periodista que yo le haya provocado saltar del puesto.
Prefiero una profesión sin título que un título de una profesión engañosa.
Hasta luego amigos y amigas