domingo, 16 de octubre de 2011

EL GALLO Y LAS PATRULLAS MIXTAS



Por Juan Cruz Triffolio

Sociólogo- Comunicador

triffolio@gmail.com


Da en el clavo el polifacético y creativo dirigente político Luis Acosta Moreta, popularmente conocido como El Gallo, cuando de manera precisa expresa que la presencia de patrullas mixtas, sin asistencia social, no acabará con la violencia y el crimen en la República Dominicana.

Tal como advierte el avezado presidente del Partido Unión Demócrata Cristiana -UDC- si en realidad se procura ser efectivo en el enfrentamiento a tan alarmantes y preocupantes flagelos sociales, no se puede descuidar el trabajo que vaya directamente a mejorar las condiciones de vida de los más pobres de la población.

La ampliación, mayor frecuencia y fortalecimiento de la vigilancia poli-militar si bien podría generar un efecto positivo en el orden psicológico de los pobladores, desgraciadamente no llega a las raíces del tétrico panorama de violencia y criminalidad que actualmente envuelve al país.
La coerción y el empleo de la fuerza poli-militar por si sola, tal como luce en el presente dominicano, no siempre ha sido la panacea en la búsqueda de alternativa de solución a las desgarrantes huellas que frecuentemente plasman los antisociales.

Jamás ha de olvidarse que un gran número de estos desalmados actores asumen su cotidiano comportamiento presionados por razones económicas y de marginalidad social que, en consecuencia, a corto y mediano plazo, obligan a un replanteamiento de las denominas políticas sociales y sus ejecutorias, fundamentalmente, en los barrios populares de los centros poblados de Republica Dominicana.

Se advierte la necesidad de una mayor presencia de las instituciones y agentes responsables de la aplicación de los programas sociales del Estado y la urgente motivación de dinámicas colectivas que permitan el surgimiento y el fortalecimiento de estructuras organizativas que real y efectivamente se correspondan con el sentir de las comunidades marginadas, alejadas del maniqueísmo propio del partidarismo político.

Al mismo tiempo, ha ser desarrollado un constante y extenso plan de construcción y remozamiento de pequeñas pero imperiosas obras físicas de significativa importancia en los barrios marginados, en cuyo orden de prioridad y ejecución deben actuar de manera protagónica sus pobladores, que además de abrir nuevos y valiosos espacios para la convivencia pacifica y la formación integral, motoricen una dinámica económica que coadyuve a mejorar las condiciones materiales de vida y conduzcan a la reducción de la vagancia y el ocio.
La superación y control de los macabros efectos de las garras de la violencia, el crimen y el microtráfico más que obligar al Estado al uso de mecanismos de intimidación y presión debe inducir a diseñar y ejecutar planes, proyectos y programas sociales preventivos si es que en realidad y de manera consciente y transparente existe el compromiso de generar un proceso de profilaxis efectivo a corto y mediano plazo.

Es el momento de que las denominadas políticas sociales oferten oportunidades reales de trabajo que posibiliten una vida digna como vía idónea que evite la incursión del segmento más joven de la sociedad en submundo de la delincuencia y la violencia.

Quizás como colofón de esta limitada reflexión sea válido recordar, en animo de nunca olvidar, sobretodo en estos momento en que la violencia, la criminalidad y el microtráfico laceran la sociedad dominicana, aquella frase que constantemente nos expresara mi progenitor cuando, en ocasiones, sentía que no aprovechábamos el tiempo: “En la mente del Ocioso establece su oficina el Diablo, porque el Diablo palpa al Ocioso y el Ocioso tienta al Diablo”.

Ojalá sirva del algo…