domingo, 4 de diciembre de 2011

Las mujeres sabemos ser infiel, pero partimos de un principio fundamental


Lo de ser infiel lo he confesado muchas veces, lo he sido, muchas veces en las que sentí que pagar con la misma moneda me hacía sentir menos estúpida. Al final descubrí que el sabor que quedaba era insignificante, pero no por eso dejó de tener su efecto. A veces creemos que el otro jamás será amado por alguien más y resulta que no importa la mujer o el hombre que sea, siempre hay alguien dispuesto amarte, a escucharte, a darte el afecto que otro te niega y porque no hacerte sentir como siempre has querido con ganas saciadas. Las mujeres sabemos ser infiel, pero partimos de un principio fundamental, primero se agotan muchos intentos que resultan nulos, muchas salidas planeadas y frustradas por la frase ¨No se lo merece¨, pero después de mucho aguantar terminas un día con los pantalones puestos, ropa interior nueva, la excusa perfecta, el plan bien elaborado y el coraje de no sólo pegar uno, sino muchos. Solo nos atrevemos cuando las razones ya han sido suficientes y cuando el manejo de culpa ha sido bien manejado. Cuando sabemos que después de ponernos la ropa no habrá arrepentimiento, solo una sonrisa de medio lado, acompañada de un ¨al menos le gusto a este¨. A veces nos envolvemos con facilidad en relaciones mágicas, donde al pasar el tiempo esa pasión se va, esos encuentros pierden el sabor y esas caricias resultan mustias. Jamás creeré que un hombre que sea infiel pueda dormir tranquilo, en cada mujer hay un ser maquiavélico que duerme, pero que despierta con facilidad y que suele ser cruel cuando se provoca. Amo la libertad de los seres femeninos para sentir, para entregarse y como se desdoblan ante el dolor, como dañan cuando se les daña. A veces me pregunto que pasa por la cabeza de ellos cuando son infieles, pero al final no me importa, porque creo que es lo mismo que nos pasa a nosotras cuando lo somos.

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