Daniela Cruz Gil
daniela.cruz@listindiario.com
Santa Bárbara de Samaná
La carretera es larga, con sucesivos paisajes variopintos: agrícolas, marítimos, montañosos. Hay que pasar cuatro provincias para llegar al brazo de tierra que se adentra en la mar atlántica. Samaná, la última frontera cibaeña hacia el Nordeste, encierra mucho más que ballenas, playas y cocoteros. Es nuestra provincia cosmopolita desde tiempos coloniales, cuando ponerla en venta era un ejercicio cotidiano de gobiernos y tiranos.
Santa Bárbara de Samaná es una ciudad pequeña, donde la repetición de sus calles le otorga todo el protagonismo a la Avenida del Malecón. Verde, despejada y acogedora, la vía a orillas del mar invita a paseos matutinos y nocturnos levemente agitados por la brisa salada y los juegos de los astros en el firmamento caribeño.
Allí está el puerto de nombre homónimo, desde donde parten botes y barcos no solo en plan de pesca, sino de excursiones y travesías turísticas.
La aventura más solicitada es la que se embarca hacia el Parque Nacional Los Haitises, que está ubicado en la provincia Monte Plata, pero es más usual salir desde Samaná. El breve trayecto hacia Cayo Levantado y sus playas clarísimas y de arena blanca puede realizarse con un bajo presupuesto también.
Pero la estrella de las experiencias es el avistamiento de ballenas jorobadas. Las residentes desde enero hasta marzo suelen salir a respirar entre diez de la mañana y dos de la tarde de cada día. A veces, comparten sus piruetas con los navegantes.
En la mira del poderoso turismo inmobiliario
El territorio de la provincia samanense se completa con los municipios de Sánchez y Las Terrenas. Este último ha experimentado un desarrollo turístico importante en la última década, gracias a la impresionante belleza de sus playas, casi vírgenes.
Grandes cadenas hoteleras y otras infraestructuras de menor volumen poseen establecimientos allí. La creciente tendencia del turismo inmobiliario ha generado una explosión de construcciones y ofertas laborales en los sectores antes mencionados.
Playas y cultura local
Hablemos de las playas. La sal y la arena se desbordan en cada tramo de costa. Aguas verdaderamente azules, que ofrecen una paleta del tono añil poco común. A pocos minutos de Santa Bárbara está Playa Anadel.
La pequeña bahía con vista privilegiada a Cayo Levantado dispone de pequeños restaurantes típicos a pie de playa. También el club Cayenas del Mar ofrece sus servicios allí.
La sombra de los cocoteros se prolonga infinita todo el trayecto hacia Las Galeras, a 26 kilómetros del municipio cabecera. Ubicada en la misma punta de la península, este pueblito playero se puede ufanar de la belleza de sus aguas tanto como sus vecinos. Desde allí salen botes hacia la Bahía de Rincón, Caño Frío, El Frontón, Playa Colorada y La Playa del Amor, entre otras.
En la ciudad atlántica es imprescindible visitar la Iglesia evangélica de San Pedro, conocida como La Chorcha (del anglicismo Church, iglesia) cuya construcción e instalación data del siglo XIX. La estructura de zinc aún permanece en pie, por su vínculo las tradiciones cristianas y afri- canas del pueblo fundado, paradójicamente, con emigrantes de las Islas Canarias españolas en 1756. Una placa conmemorativa cercana a la parroquia Santa Bárbara testifica la fecha fundacional del poblado. Al atardecer, por el parque central de Samaná, no se vaya sin comprar “yaniqueque” y “gató”: vocablos que refieren al pan de coco y pan francés, respectivamente; creaciones de harina heredadas de la tradición gastronómica cocola.
Y fuera de temporada, puede avistar a los mamíferos marinos en el museo de la Ballena.
Santa Bárbara de Samaná es una ciudad pequeña, donde la repetición de sus calles le otorga todo el protagonismo a la Avenida del Malecón. Verde, despejada y acogedora, la vía a orillas del mar invita a paseos matutinos y nocturnos levemente agitados por la brisa salada y los juegos de los astros en el firmamento caribeño.
Allí está el puerto de nombre homónimo, desde donde parten botes y barcos no solo en plan de pesca, sino de excursiones y travesías turísticas.
La aventura más solicitada es la que se embarca hacia el Parque Nacional Los Haitises, que está ubicado en la provincia Monte Plata, pero es más usual salir desde Samaná. El breve trayecto hacia Cayo Levantado y sus playas clarísimas y de arena blanca puede realizarse con un bajo presupuesto también.
Pero la estrella de las experiencias es el avistamiento de ballenas jorobadas. Las residentes desde enero hasta marzo suelen salir a respirar entre diez de la mañana y dos de la tarde de cada día. A veces, comparten sus piruetas con los navegantes.
En la mira del poderoso turismo inmobiliario
El territorio de la provincia samanense se completa con los municipios de Sánchez y Las Terrenas. Este último ha experimentado un desarrollo turístico importante en la última década, gracias a la impresionante belleza de sus playas, casi vírgenes.
Grandes cadenas hoteleras y otras infraestructuras de menor volumen poseen establecimientos allí. La creciente tendencia del turismo inmobiliario ha generado una explosión de construcciones y ofertas laborales en los sectores antes mencionados.
Playas y cultura local
Hablemos de las playas. La sal y la arena se desbordan en cada tramo de costa. Aguas verdaderamente azules, que ofrecen una paleta del tono añil poco común. A pocos minutos de Santa Bárbara está Playa Anadel.
La pequeña bahía con vista privilegiada a Cayo Levantado dispone de pequeños restaurantes típicos a pie de playa. También el club Cayenas del Mar ofrece sus servicios allí.
La sombra de los cocoteros se prolonga infinita todo el trayecto hacia Las Galeras, a 26 kilómetros del municipio cabecera. Ubicada en la misma punta de la península, este pueblito playero se puede ufanar de la belleza de sus aguas tanto como sus vecinos. Desde allí salen botes hacia la Bahía de Rincón, Caño Frío, El Frontón, Playa Colorada y La Playa del Amor, entre otras.
En la ciudad atlántica es imprescindible visitar la Iglesia evangélica de San Pedro, conocida como La Chorcha (del anglicismo Church, iglesia) cuya construcción e instalación data del siglo XIX. La estructura de zinc aún permanece en pie, por su vínculo las tradiciones cristianas y afri- canas del pueblo fundado, paradójicamente, con emigrantes de las Islas Canarias españolas en 1756. Una placa conmemorativa cercana a la parroquia Santa Bárbara testifica la fecha fundacional del poblado. Al atardecer, por el parque central de Samaná, no se vaya sin comprar “yaniqueque” y “gató”: vocablos que refieren al pan de coco y pan francés, respectivamente; creaciones de harina heredadas de la tradición gastronómica cocola.
Y fuera de temporada, puede avistar a los mamíferos marinos en el museo de la Ballena.