“tengo miedo de que me maten”, le comentó un día antes del crimen a un colega al que visitó en su oficina de los alrededores del Palacio de Justicia de Ciudad Nueva.
Tenía una orden de arresto tras ser declarado en rebeldía por emitir un cheque sin fondos por RD$4 millones.El asesinato de “El Pelú”, como apodaban al abogado José Antonio Evangelista Pimentel, era más que una crónica de una muerte anunciada, porque hasta él mismo la presentía: “tengo miedo de que me maten”, le comentó un día antes del crimen a un colega al que visitó en su oficina de los alrededores del Palacio de Justicia de Ciudad Nueva.
Pero Evangelista Pimentel no entró en detalles sobre sus aprehensiones y se marchó en su lujoso Mercedes Benz modelo 2011, porque andaba “volao” desde que fue declarado en rebeldía, en octubre de 2010, y en su contra fue dictada una orden de arresto por la Cuarta Sala Penal del Distrito Nacional, tras ser acusado de emitir un cheque sin fondos por un valor de cuatro millones de pesos en perjuicio de un antiguo cliente.
Egresado en 1999 de la escuela de Derecho del recinto Santo Domingo de la Universidad Tecnológica de Santiago (Utesa), “El Pelú” fue inscrito como miembro del Colegio de Abogados con el número 940-03, cuando tenía cuatro años en ejercicio de la profesión y ya comenzaba a hacer fortuna con grandes casos de narcotráfico, interesándose siempre en la defensa de los encartados de nacionalidad colombiana.
“El Pelú” era un abogado de agallas. Buscaba a sus clientes y viajaba a Colombia donde los familiares a cobrar sus honorarios. De mayo a noviembre del año pasado viajó en cuatro ocasiones a Bogotá, según consta en las estadísticas de la Dirección General de Migración.
De una vida sencilla y de bajo perfil, el asesinado abogado “quiso volar más alto que las nubes”, como lo definió su colega José Ureña Beltré, quien lo conocía desde el sector Cristo Rey, cuando la víctima trabajaba como desabollador y luego se hizo bachiller, y después se costeó sus estudios de Derecho en Utesa.
Empero, Evangelista Pimentel, de 37 años, siempre confrontaba problemas con familiares de acusados de narcotráfico “porque él pedía grandes sumas en dólares, pero nunca concluía los casos, quedándose con el dinero”, como sostuvo otro colega suyo de Ciudad Nueva.
“Tú hiedes a formol”, le dijo a “El Pelú” el abogado Manuel González, luego de que tres colombianos entraran a una oficina de la calle Francisco J. Peynado e inquieran por él con caras de no buenos amigos. “¡Ay, Manuel, el abogado que no se atreve se queda con casitos de pesetas!”, fue la respuesta.
Hay colegas de la víctima en Ciudad Nueva que lo vinculaban como “informante” de la Dirección Nacional de Control de Drogas y del Departamento Nacional de Investigaciones, organismos de los cuales decía que pertenecía y a los cuales, incluso, suministraba informaciones sobre los clientes que defendía.
Pero Evangelista Pimentel no entró en detalles sobre sus aprehensiones y se marchó en su lujoso Mercedes Benz modelo 2011, porque andaba “volao” desde que fue declarado en rebeldía, en octubre de 2010, y en su contra fue dictada una orden de arresto por la Cuarta Sala Penal del Distrito Nacional, tras ser acusado de emitir un cheque sin fondos por un valor de cuatro millones de pesos en perjuicio de un antiguo cliente.
Egresado en 1999 de la escuela de Derecho del recinto Santo Domingo de la Universidad Tecnológica de Santiago (Utesa), “El Pelú” fue inscrito como miembro del Colegio de Abogados con el número 940-03, cuando tenía cuatro años en ejercicio de la profesión y ya comenzaba a hacer fortuna con grandes casos de narcotráfico, interesándose siempre en la defensa de los encartados de nacionalidad colombiana.
“El Pelú” era un abogado de agallas. Buscaba a sus clientes y viajaba a Colombia donde los familiares a cobrar sus honorarios. De mayo a noviembre del año pasado viajó en cuatro ocasiones a Bogotá, según consta en las estadísticas de la Dirección General de Migración.
De una vida sencilla y de bajo perfil, el asesinado abogado “quiso volar más alto que las nubes”, como lo definió su colega José Ureña Beltré, quien lo conocía desde el sector Cristo Rey, cuando la víctima trabajaba como desabollador y luego se hizo bachiller, y después se costeó sus estudios de Derecho en Utesa.
Empero, Evangelista Pimentel, de 37 años, siempre confrontaba problemas con familiares de acusados de narcotráfico “porque él pedía grandes sumas en dólares, pero nunca concluía los casos, quedándose con el dinero”, como sostuvo otro colega suyo de Ciudad Nueva.
“Tú hiedes a formol”, le dijo a “El Pelú” el abogado Manuel González, luego de que tres colombianos entraran a una oficina de la calle Francisco J. Peynado e inquieran por él con caras de no buenos amigos. “¡Ay, Manuel, el abogado que no se atreve se queda con casitos de pesetas!”, fue la respuesta.
Hay colegas de la víctima en Ciudad Nueva que lo vinculaban como “informante” de la Dirección Nacional de Control de Drogas y del Departamento Nacional de Investigaciones, organismos de los cuales decía que pertenecía y a los cuales, incluso, suministraba informaciones sobre los clientes que defendía.
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