Decisión lo único que logra es evidenciar hipocresía y afectar aún más la imagen de una competencia que hace muchos años dejó de ser lo que fue una vez, allá en la época de Milagros Germán, Sabrina Brugal, Jatnna Tavárez o Mariasela Álvarez.
Por Leila Mejía
No suelo escribir sobre estos temas, no sólo por ser excesivamente banales, sino además por su descrédito, pero la actual controversia en torno a la recién destituida “Miss” revela unos “escrúpulos de María gargajo” y una doble moral tal que no pude evitar caer en la tentación.Resulta que a la joven ganadora del reciente “Miss República Dominicana Universo 2012” la despojaron del título y la corona por alegadamente confirmarse que estuvo casada, lo que indica que era “Mrs.” y no “Miss” (es decir, señora y no señorita).
Esto en principio tendría sentido si existiera un real apego al primer nombre del concurso (“Miss”) que implica la condición de “señorita” de la ganadora, pero está claro y me parece innecesario explicar el porqué dicha condición no se pierde específicamente con el matrimonio, y por ende éste simplemente fortalece una presunción. Sin embargo, para una regla ser justa debe ser igual para todos, y el hecho de que exactamente la misma presunción se puede tener de tantas otras “Misses”, locales y extranjeras, que han vivido en público concubinato y que sin embargo, han conservado sus títulos sin cuestionamientos evidencian claramente la injusticia cometida en el caso en cuestión.
Además, esto ocurrió justamente en momentos en que, con el tema este de los concursos de belleza, el “Miss Universe” ha causado una revolución de dudosa aceptación y que ha dado lugar a intensos debates sobre los principios y valores que se priorizan en este evento, al aceptar como participante a una canadiense que es hembra gracias a los avances de la medicina, pero que nació siendo un puro varón. Es decir, si unimos las piezas, la moraleja de todo esto es que con transexuales que quieran participar no hay problemas, con las que vivan o hayan vivido en unión libre tampoco, pero con las casadas o divorciadas pues, que ni se atrevan.
Confieso que no estuve tan pendiente al concurso como para saber si la vegana Carlina Durán (a quien no conozco y cuyo nombre escuché por vez primera producto del certamen) era o no la mejor participante, si merecía la corona o si estuvo o no “comprado” o “influenciado” como dicen algunos twiteros, pero indiscutiblemente, lo que sin dudas es seguro es que ella fue la electa ganadora, y por consiguiente esta teatral decisión lo único que logra es evidenciar hipocresía y afectar aún más la imagen de una competencia que hace muchos años dejó de ser lo que fue una vez, allá en la época de Milagros Germán, Sabrina Brugal, Jatnna Tavárez o Mariasela Álvarez.
Esto en principio tendría sentido si existiera un real apego al primer nombre del concurso (“Miss”) que implica la condición de “señorita” de la ganadora, pero está claro y me parece innecesario explicar el porqué dicha condición no se pierde específicamente con el matrimonio, y por ende éste simplemente fortalece una presunción. Sin embargo, para una regla ser justa debe ser igual para todos, y el hecho de que exactamente la misma presunción se puede tener de tantas otras “Misses”, locales y extranjeras, que han vivido en público concubinato y que sin embargo, han conservado sus títulos sin cuestionamientos evidencian claramente la injusticia cometida en el caso en cuestión.
Además, esto ocurrió justamente en momentos en que, con el tema este de los concursos de belleza, el “Miss Universe” ha causado una revolución de dudosa aceptación y que ha dado lugar a intensos debates sobre los principios y valores que se priorizan en este evento, al aceptar como participante a una canadiense que es hembra gracias a los avances de la medicina, pero que nació siendo un puro varón. Es decir, si unimos las piezas, la moraleja de todo esto es que con transexuales que quieran participar no hay problemas, con las que vivan o hayan vivido en unión libre tampoco, pero con las casadas o divorciadas pues, que ni se atrevan.
Confieso que no estuve tan pendiente al concurso como para saber si la vegana Carlina Durán (a quien no conozco y cuyo nombre escuché por vez primera producto del certamen) era o no la mejor participante, si merecía la corona o si estuvo o no “comprado” o “influenciado” como dicen algunos twiteros, pero indiscutiblemente, lo que sin dudas es seguro es que ella fue la electa ganadora, y por consiguiente esta teatral decisión lo único que logra es evidenciar hipocresía y afectar aún más la imagen de una competencia que hace muchos años dejó de ser lo que fue una vez, allá en la época de Milagros Germán, Sabrina Brugal, Jatnna Tavárez o Mariasela Álvarez.