El martes, con Nuria en el CDP, en el mismo espacio que en los setenta acogía, igual que hoy, las protestas de los periodistas aliados en solo sueño de redención (por cierto, en tiempos en que teníamos como asesores legales al veterano Abelito y su bisoño asistente Leonel), cerré los ojos en medio de la calurosa asamblea y juro que sentí la triste sensación de vivir en aquellos terribles doce años de Balaguer. (Ojalá que esa sensación haya sido pasajera y no me asalte de nuevo con los ojos abiertos).
Por Ramón Colombo