La imprenta, el teléfono, la radio y la TV parecen inventos menores ante la red de redes que revolucionó la comunicación. Las personas aprenden, se relacionan y trabajan de otra manera. Cuéntanos tu experiencia
Históricamente, el televisor fue sinónimo de "caja boba". Y hoy no está solo: aunque por motivos muy diferentes, una computadora o un dispositivo móvil sin conexión a internet es también algo vacío, limitado.
Pero internet colonizó al televisor, que ahora es capaz de conectarse a la red y sumergir al usuario en el mismo mundo de entretenimiento, comunicación y conocimiento presente desde hace años a través de la computadora.
Detenerse un instante y pensar en profundidad el impacto de internet en la vida cotidiana es un ejercicio que demandará un esfuerzo mayor o menor, grado que dependerá del momento en que cada uno haya logrado adoptar a la red.
Adiós al teléfono
Un hogar habitado por más de un adolescente era sinónimo de un teléfono ocupado eternamente. "Ya corto. Ya va. Un minuto". La clásica frustración de tardes y noches al ver que era imposible realizar o recibir llamadas terminaba siempre con gritos. Padres discutiendo con hijos; hijos con padres; padres con padres; y hermanos con hermanos.
La mejor -y quizás única- manera de obligar a alguien a cortar el llamado era levantar el tubo y decirle claramente que necesitaba usar el teléfono.
La llegada de las primeras conexiones, las telefónicas, no hizo más que agrandar el problema. Si antes se levantaba el tubo, podían escucharse voces conocidas. Ahora, un insoportable chirrido. "El ruido de internet". "Ya corto. Ya va. Un minuto". Y volver a empezar.
La banda ancha, no hay dudas, terminó con discusiones, peleas y enojos dentro del hogar. Pero generó una paradoja: ahora nadie usa el teléfono fijo y generalmente faltan computadoras.
Una nueva manera de estudiar
Enciclopedias, libros de historia, ciencia y demás disciplinas eran las únicas fuentes de consulta en el hogar. Un llamado -si el teléfono estaba desocupado- a un compañero era una buena manera de intercambiar opiniones y ver qué tanto o cuán poco se había avanzado con un trabajo práctico.
Pero si las enciclopedias tenían sus años, había que renovarlas y ese era un gasto que no cualquier hogar podía enfrentar. En ese caso, armar la colección fascículo por fascículo podía depender de la promoción de algún diario. Y también de la paciencia al ver que pasaban los meses y aún no se había llegado a la letra J.
Los inicios de internet tampoco fueron el ideal. La búsqueda "historia de Grecia"devolvía miles de resultados, pero sin orden, coherencia y mucho menos alguna imagen: millones de caracteres apilados uno al lado del otro esperando a que el estudiante les diera alguna forma.
Google y Yahoo! lograron que esos resultados fueran más precisos y día a día trabajan para que lo sean más todavía. El resto quedó en manos de los usuarios, los miles que hacen Wikipedia y aquellos que desde sus sitios se proponen compartir sus inquietudes y conocimientos.
Esos miles de usuarios ayudan también a algo más: actualizar la información a medida que se produce, agregando los últimos resultados de ensayos científicos o reescribiendo la historia a medida que ésta se desarrolla. ¿Cuántos segundos pasan desde que se produce un hecho y alguien lo plasma en Wikipedia? Muy pocos.
En el trabajo nada es igual
El regreso al hogar era un momento sagrado. Enojarse por el teléfono ocupado; los libros, carpetas y cartulinas sobre la mesa; y porque la "caja boba" no ofrecía programas interesantes para ver. No quedaba otra más que sentarse a hacer nada y esperar el momento de la cena en familia.
El paso de los años agregó una computadora a la escena, pero siempre ocupada por los menores de la casa conectándose al ICQ, buscando información poco coherente y armando trabajos para la escuela. El teléfono seguía ocupado por el "ruido de internet".
En algún momento poco preciso la computadora se liberó. Los programas se instalaron en la PC hogareña y permitieron trabajar en casa como si se tratara de la oficina. Adelantar presentaciones o bien corregirlas ya era posible. Lo mismo que enviarlas por mail para tenerlas listas a primera hora del lunes.
Algunos aventurados se dieron cuenta de que podían ser independientes, abrir la oficina en casa o bien estar conectados con la empresa. Estar y no estar. Teletrabajo.
Y hoy internet permite, además, el trabajo colaborativo en tiempo real, es decir, acceder y corregir la presentación que está desarrollando una persona en cualquier parte del mundo, sin importar dónde se encuentre uno.
Sábado a la noche
Los famosos "asaltos" eran la envidia del hermano menor de la casa. No veía el momento de tener edad para hacer los suyos.
Mientras, ocupaba el teléfono hablando sin parar con esa chica que conocía del barrio.
Pasó el tiempo y llegó su momento. Pero los asaltos habían pasado de moda. Su meta ahora era recordar dónde había dejado el teléfono de esa chica que conoció el sábado a la noche. Eran muchos números y seguro el papel no está por ningún lado.
Un poco después vendría el chirrido, el "ruido de internet": ICQ, Hotmail, ¿Messenger o Yahoo! Messenger?... "Pásame tu PIN", "agrégame a Facebook", "te sigo en Twitter". En el medio también le pasaron un número de celular equivocado o quizás él lo anotó mal.
Había un compañero de la escuela que no tenía suerte con las mujeres. Pero se anotó en un sitio y encontró gente con la cual compartir su soledad. Porque internet tiene espacio para todos, sin importar que uno sea tímido o el ser con más desenfado del barrio.
Por Ignacio Pan