Es algo sobre lo que ya no hay debate y se ha asumido tras años de controversia. El videojuego japonés ya no es el que era o, quizás, sigue igual que siempre y no se ha sabido adaptar a los tiempos actuales. En el mundo del PC Japón siempre ha estado aparte, prestando poca o nula atención a los juegos para compatibles, permanentemente dominados por las desarrolladoras de Occidente. Pero en consola, Japón siempre había sido la reina. No solo como fabricantes de las máquinas en sí, dominando el mercado desde los años 80 y sin ninguna oposición clara hasta el lanzamiento de Xbox, sino como creadores de juegos, siendo los referentes en todos los géneros salvo en los títulos de deportes que no despertaban interés en su tierra.
Las cuatro generaciones de consolas anteriores, desde NES a PlayStation 2, habían sido un coto de caza privado para las compañías japonesas. Pocas desarrolladoras occidentales podían hacernos sentir con un pad lo mismo que las Konami, Sega, Nintendo, Capcom, Squaresoft o Namco de la época. Ahora las cosas han cambiado, y los juegos más esperados, jugados y vendidos de cada año son casi exclusivamente occidentales. Las expectativas que antes generaban juegos como Final Fantasy, Metal Gear o Devil May Cry se han traspasado a nuevas sagas nacidas en esta generación o que han llegado a consola por primera vez, procedentes del PC.