EDITORIAL DEL PERIODICO EL CARIBE
La década de los 80, para citar un período relativamente lejano, cuando aquella ciudad brillaba por su limpieza, tranquilidad y hasta un cierto aire romántico, siempre bordeada por el Yaque dormilón, nunca imaginarían lo que está ocurriendo hoy.
Ese Santiago orgulloso de su monumento, de sus parques y lugares de acogida, tiende a quedarse en el ayer, pese al empeño de sus mejores ciudadanos por convertirla en una marca, en una ciudad de referencia por sus valores y encantos.
Muchos factores se han conjugado para que estemos presenciando lo que bien podríamos definir como una degradación de los entornos, de los elementos que constituyen la calidad de vida de un conglomerado humano.
Es una pena que tengamos que admitir que de pronto la ciudad ha sido asaltada por Rafey, que el vertedero contaminante esté en cada esquina.
Aún en el centro, donde siempre el brillo era perceptible, la basura es constante, y ni hablar de zonas como Villa Olga, muy cercana del centro, donde también el cúmulo de desperdicios fastidia a la gente.
Nadie creería que el ayuntamiento de Santiago tiene entre los demás cabildos del país uno de los mejores niveles de recuperación por recogida de basura, lo que habla muy bien de la ciudadanía.
Según algunos legisladores, el municipio cobra más por concepto de recogida de desperdicios que lo que gasta en esa labor.
A la acumulación de basura habría que agregar el mal estado de varias vías principales, como la avenida 27 de Febrero, que está convertida en un guayo.
Algunas calles han sido reasfaltadas por el gobierno nacional, pero el deterioro avanza a un ritmo indetenible porque el ayuntamiento no conoce la palabra mantenimiento.
Mientras, el alcalde Gilberto Serulle se empecina en acometer obras mayores, y descuida las labores habituales de ornato e higiene.
No termina de construir la plaza de buhoneros y ya está metido en un bulevar en El Retiro y El Ensueño.
Otros problemas agobian a Santiago. De ellos hablaremos el lunes. l
Ese Santiago orgulloso de su monumento, de sus parques y lugares de acogida, tiende a quedarse en el ayer, pese al empeño de sus mejores ciudadanos por convertirla en una marca, en una ciudad de referencia por sus valores y encantos.
Muchos factores se han conjugado para que estemos presenciando lo que bien podríamos definir como una degradación de los entornos, de los elementos que constituyen la calidad de vida de un conglomerado humano.
Es una pena que tengamos que admitir que de pronto la ciudad ha sido asaltada por Rafey, que el vertedero contaminante esté en cada esquina.
Aún en el centro, donde siempre el brillo era perceptible, la basura es constante, y ni hablar de zonas como Villa Olga, muy cercana del centro, donde también el cúmulo de desperdicios fastidia a la gente.
Nadie creería que el ayuntamiento de Santiago tiene entre los demás cabildos del país uno de los mejores niveles de recuperación por recogida de basura, lo que habla muy bien de la ciudadanía.
Según algunos legisladores, el municipio cobra más por concepto de recogida de desperdicios que lo que gasta en esa labor.
A la acumulación de basura habría que agregar el mal estado de varias vías principales, como la avenida 27 de Febrero, que está convertida en un guayo.
Algunas calles han sido reasfaltadas por el gobierno nacional, pero el deterioro avanza a un ritmo indetenible porque el ayuntamiento no conoce la palabra mantenimiento.
Mientras, el alcalde Gilberto Serulle se empecina en acometer obras mayores, y descuida las labores habituales de ornato e higiene.
No termina de construir la plaza de buhoneros y ya está metido en un bulevar en El Retiro y El Ensueño.
Otros problemas agobian a Santiago. De ellos hablaremos el lunes. l