Santiago. Ana Estela Diloné, madre de mano dura, trabajadora, comerciante y mujer de una sola palabra, así la describen quienes la conocieron en el sector La Joya.Los vecinos, quienes se lamentan de su muerte, recuerdan que compartieron momentos dulces y difíciles, en los que demostró sus grandes cualidades.
Se dedicó la mayor parte de su vida a formar a su único hijo, Miguel Diloné, quien se convertiría luego en un símbolo del deporte dominicano, sobre todo para los nativos del norte del país que apoyaban a su equipo, Águilas Cibaeñas.
El dolor ha sido mayor aún para aquellos residentes del sector, como Antonio Jiménez, vecino de dona Estela desde 1951, cuando se mudó en frente del local que hasta la madrugada del sábado fue su vivienda. Con voz que delata su pesar revela que no olvidará la escena en la cual le correspondió junto a Miguel Diloné levantar el cadáver, la mañana del sábado, tras ser notificados por los vecinos de que no la habían visto cumplir con su rutina de bajar del segundo piso del edificio donde vivía.
Doña Estela nunca fue ajena a la carrera de Miguel Diloné, confirman quienes fueron sus vecinos más cercanos. Cuentan que asistía a cada juego para apoyar a su hijo, para quien trabajaba para que tuviera lo necesario para sus prácticas. “Diloné fue uno de los primeros peloreros que iba al play en un carro, se lo había comprado doña Estela”, dijeron vecinos que además reiteran una anécdota muy simpática y conocida en Santiago de que cuando un equipo de las Grandes Ligas hizo la primera oferta a Guelo Diloné, de U$11,000.00, la madre la rechazó y dijo que ese monto daba ella a su hijo para que saliera los fines de semanas.
El legendario pelotero, segundo en hits en el béisbol invernal dominicano, conocido por su fogocidad y carisma para correr las bases en el juego, visitaba con frecuencia a su madre en su sector natal. Por lo avanzada de la edad de su progenitora había advertido a los vecinos del edificio, ubicado en la calle Del Sol, esquina Anselmo Copelo, avisar si notaban que no bajaba.
Se dedicó la mayor parte de su vida a formar a su único hijo, Miguel Diloné, quien se convertiría luego en un símbolo del deporte dominicano, sobre todo para los nativos del norte del país que apoyaban a su equipo, Águilas Cibaeñas.
El dolor ha sido mayor aún para aquellos residentes del sector, como Antonio Jiménez, vecino de dona Estela desde 1951, cuando se mudó en frente del local que hasta la madrugada del sábado fue su vivienda. Con voz que delata su pesar revela que no olvidará la escena en la cual le correspondió junto a Miguel Diloné levantar el cadáver, la mañana del sábado, tras ser notificados por los vecinos de que no la habían visto cumplir con su rutina de bajar del segundo piso del edificio donde vivía.
Doña Estela nunca fue ajena a la carrera de Miguel Diloné, confirman quienes fueron sus vecinos más cercanos. Cuentan que asistía a cada juego para apoyar a su hijo, para quien trabajaba para que tuviera lo necesario para sus prácticas. “Diloné fue uno de los primeros peloreros que iba al play en un carro, se lo había comprado doña Estela”, dijeron vecinos que además reiteran una anécdota muy simpática y conocida en Santiago de que cuando un equipo de las Grandes Ligas hizo la primera oferta a Guelo Diloné, de U$11,000.00, la madre la rechazó y dijo que ese monto daba ella a su hijo para que saliera los fines de semanas.
El legendario pelotero, segundo en hits en el béisbol invernal dominicano, conocido por su fogocidad y carisma para correr las bases en el juego, visitaba con frecuencia a su madre en su sector natal. Por lo avanzada de la edad de su progenitora había advertido a los vecinos del edificio, ubicado en la calle Del Sol, esquina Anselmo Copelo, avisar si notaban que no bajaba.
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