lunes, 19 de noviembre de 2012

De sublime a ridículo

En la historia ha habido buenos y malos negocios. Buen negocio el de los conquistadores españoles, que repartieron espejitos a cambio de pepitas de oro; el negocio que hacíamos los niños de mi generación: cambiar cangrejitos por botones (nunca supe para qué), y el de las grandes petroleras, que financiaban tiranuelos a cambio de inmensos depósitos de hidrocarburos. Pero entre los peores negocios figura el de Francisco Domínguez Brito: despreció ascender a lo sublime en la historia (y hasta llegar al Poder) a cambio de hacer el ridículo en la Procuraduría General de una República de risa. 

 Por Ramón Colombo