viernes, 2 de noviembre de 2012

EDITORIAL “Aquí da vergüenza vivir…

“Aquí da vergüenza vivir… quien pueda salir del país que se vaya”, fue la expresión del alcalde de Nigua, San Cristóbal, Mélido Pérez, hermano de Pascual Pérez (Cutá), asesinado en su cama, enfermo. Al margen de las causas que motivaron ese crimen tan brutal, sea el robo o lo que fuere, el hecho es que la ex estrella del béisbol cae en la vorágine de violencia, de la que nadie está a salvo.

 Esa situación provoca tanto miedo y rechazo, inseguridad colectiva y el inevitable e inconsciente fenómeno espejo. Todo el mundo se ve en la víctima. A cualquiera le puede pasar. Se indigna la gente con los asesinos desalmados, los que matan por nada, que andan en todas partes, en la búsqueda de la próxima presa.

 Esos criminales merecen todo el peso de la ley. La que raramente llega, porque los organismos de prevención o represión no resultan siempre asertivos, o porque cuando pegan con los verdaderos responsables de un delito, entonces estos se salen con las suyas, sea por los tecnicismos legales de siempre, fraudes, triquiñuelas instrumentadas por abogados inescrupulosos, complicidad de alguna clase de autoridad judicial o policial, en fin, por las falencias del sistema.

 Y cunde el sentimiento de inseguridad e indignación, como el que invade al hermano de Cutá Pérez, que grita que quien pueda irse de este país “que nos avergüenza, que se vaya”. Y en su dolor, no le falta razón. Hay que saber el cuadro que desata la violencia. Frustración y en muchísimos casos, traumas. Imagínense al niño, al hijo del fiscal Omar Eduardo Álvarez Rodríguez, que destrozado, desconcertado, mira a su padre inerte en un ataúd, el mismo que horas antes le había pasado su mano por la cabeza cuando lo dejaba en la escuela. 

 ¡Cómo reparar todos esos traumas que están afectando a la sociedad dominicana! Las autoridades tienen que ser garantes de la seguridad.
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