Otra vez la pregunta es más que necesaria. La Policía de nuevo ha validado su papel como multiplicadora de violencia. Si fuésemos a graficar su desempeño en estos últimos días, la curva estaría tocando la parte más elevada. Si no estuviésemos ante una política de sanción de sus crímenes más notorios, resultaría muy fácil concluir en que actúa como si obedeciera a una línea, en este caso muy dura, que incluye ejecuciones, en flagrante violación del más caro de los derechos humanos.
Desde esa perspectiva, no se exagera si se afirma que la Policía Nacional se ha colocado, otra vez, al margen de la ley, matando a mansalva, y llevándose de cuerpo entero, todo el andamiaje judicial y la misma Constitución de la República.
Es tan grave el comportamiento de la Policía, que hablar de su reforma resulta risible, porque, en vez de mejorar progresivamente, lo que encontramos es un comportamiento regresivo, que no dista en nada de los difíciles 12 años, cuando a la gente la asesinaban por sus ideas. Ahora la Policía tiene licencia para matar a quienes se señala como delincuentes y a inocentes indefensos.
Entonces, procede preguntar, qué es lo que vamos a hacer con esa Policía, que no camina a tono con el país, pese a que ha estado en la agenda de todos los políticos que han buscado el poder. Lamentablemente, cuando se instalan, se acogen a los procedimientos policiales que sólo sirven para dificultar la gobernabilidad, el orden público y la seguridad ciudadana.
Fíjese cómo en las últimas horas tres hechos han complicado la marcha del gobierno nacional, preocupado por la situación económica y el descontento de la población. Una pobre profesora que protestaba en Barahona por cuestiones muy sentidas, en reclamo de servicios elementales, un estudiante universitario asesinado en forma aleve, y para sellar, la ejecución de un presidiario que no se explica cómo escapó.
Por la forma como se comporta, difícilmente esa policía resista una “reforma integral”. Será necesario cambiarla, radicalmente.
www.elcaribe.com.do