viernes, 16 de noviembre de 2012

¿Estás preparada para una emergencia? VICTIMAS DE SANDY


Desde que dejó de azotar el Caribe, el huracán Sandy comenzó su recorrido hacia el noroeste de Estados Unidos, donde se encontró con un frente frío. El choque causó la megatormenta que ha provocado muertes, destrucción y caos, tal y como se había pronosticado.

 El huracán tocó tierra en mi vida, en la hasta ahora tranquila costa oeste de Estados Unidos, con la noticia de los pequeños de 2 y 4 años de edad que murieron en Staten Island. Sus muertes me conmovieron, pero el relato de cómo la mamá fue a buscar ayuda y los vecinos la ignoraron me atravesó el alma.

 Sandy no sólo se llevó por delante todo lo que encontró a su paso. Sacó a relucir una cualidad humana muy peligrosa: cómo reaccionamos al miedo. Falta de solidaridad, falta de humanidad, falta de compasión… el miedo puede provocar eso y mucho más. El resultado fue que una madre con dos niños pequeños tuvo que enfrentarse sola al huracán y no pudo.

 Eso ha pasado en muchas ocasiones. Recuerdo algunas imágenes de los maremotos de Indonesia en 2004 o Japón en 2011. Y sin irme muy lejos de mi casa, el caso de una madre y un hija hispanas que murieron apaleadas con la rama de un árbol por un grupo de adolescentes racistas. Morir a garrotazos debe arrancar gritos desgarradores. A primeras horas de la mañana en un vecindario tranquilo de Fremont (California), sé que más de un vecino estaba mirando la escena por la ventana, pero nadie salió por miedo.

 Cuando pasa algo así, lo primero que pienso es “qué hubiera hecho yo”. Qué jugada maestra me hubiera permitido ganarle la partida al desastre; qué me hubiera hecho conseguir que mis hijos sobrevivieran. ¿Hubiera tumbado de una patada la ventana de quien no me permitió entrar? Seguramente estaban protegidas con tablones. ¿Hubiera buscado una cuerda para amarrar a los niños a mi cintura? ¿Me hubiera quedado en casa en lugar de salir corriendo a casa de mi madre en medio de la tormenta? No tengo una respuesta.

 Lo más cuerdo hubiera sido evacuar la zona cuando las autoridades lo advertieron. En mi tranquila zona de la costa oeste, que está esperando el Gran Terremoto, llevan años hablando de la importancia de estar preparado para una emergencia. Compré un equipo de la Cruz Roja durante el último temblor fuerte, que me hizo sacar a mi hijo de dos años del carrito de la compra y salir corriendo de la tienda antes de que las 200 personas que estaban comprando disfraces de Halloween reaccionaran y se pelearan por la misma puerta. Pero no he hecho nada más.