Si observamos bien este país en la “posmodernidad” (palabreja con la que algunos politicastros hacen gárgaras conceptuales antes de bañarse), son muchísimas las cosas que aquí no se respetan. No se respetan las leyes del tránsito, la electricidad, el agua potable, los árboles, el pudor público, el silencio, los niños y ancianos que cruzan las calles, el dinero del Estado, los policías, lo ajeno, la seguridad ciudadana, la democracia y los políticos y sus pactos. Entonces es difícil entender el reclamo de respeto al Tribunal Superior y la Junta Central Electoral, cuando esa gente no se respeta.
Por Ramón Colombo