Equipo de investigación listindiario
Santo Domingo
Los miembros de las familias de los jefes de la droga y pandillas de delincuentes comunes, también tienen su historia. El asesinado líder de banda, Edwin Omar Cabrera González, “El Muerto”, actuó siempre con alguno de sus hermanos, primos, sobrinos y otros parientes cercanos, e incluso de manera alegre y festiva involucraban a padres, abuelos e hijos. Este es el caso de la abuela que aparece en esta historia con dos pistolas en ambas manos en una foto tomada por su propio nieto Edwin Omar.
Entre otras bandas de sicarios y vendedores de drogas de los barrios Las Palmas y Guajimía, del sector de Herrera, ubicado al suroeste de la capital dominicana, en el grupo liderado por Junior Javier Minaya Germán, “Gilbert”, a quien se le atribuye el asesinato de Cabrera González y de otras tres personas, también los lazos sanguíneos son extensos. Hermanos, primos y tíos, además de compadres y por supuesto amigos, participan en sus desmanes.
En ambos casos, los jefes tenían apoyo o por lo menos la anuencia de padres y abuelos, según informes policiales, que arrastrados por los beneficios de las actividades ilícitas de sus vástagos, se involucran socialmente, aunque no directamente, en la vida licenciosa y con frecuencia violenta de éstos.
“La violencia y el odio social en que discurren las vidas muchos narcotraficantes y miembros del bajo mundo, suelen hacerlos volcar sus únicos sentimientos sanos hacia los hijos y familiares más cercanos”, dijo el psiquiatra César Mella. Recordó que el caso del famoso capo colombiano, Pablo Escobar Gaviria, cuya debilidad enfermiza por su familia le llevó a cometer el error que le costó la vida al ser interceptada una llamada telefónica que hizo a uno de sus hijos en medio de la persecución de las autoridades. Si bien los hijos ya no radican en sus hogares, los familiares de los capos y mafiosos no abandonan los fuertes lazos que los unen, y en una buena parte de los casos para actuar en complicidad con el que es nombrado “el jefe”. Las demás familias de Buenos Aires, Las Palmas y Guajimía, territorios de “El Muerto” y “Gilbert”, son las víctimas potenciales del narcotráfico y de la guerra contra éste; prueba de ello son las decenas de muertos durante los enfrentamientos entre bandas, de los ataques de las mismas o de la lucha entre las autoridades y delincuentes.
En el caso que nos ocupa, las familias de los jefes de las bandas de Herrera no han sido reducidas con el peso de las confrontaciones entre sus miembros por territorios de drogas, malos negocios y engaños recíprocos, ya que reciben la protección y el apoyo no sólo de sus vástagos jefes de grupos y sus cómplices, sino de autoridades policiales, militares y vecinos. La noche que llevaron el cadáver de “El Muerto” a la funeraria, la Policía arrestó a dos de sus agentes que viajaban en un automóvil como espalderos de la esposa del capo.