Los proponentes de la nueva carretera entre Santiago y San Juan de la Maguana deberían considerar el impacto económico y ambiental que tendrá sobre la Cordillera Central, sus ríos y sus bosques.
Por Frank Moya Pons
La intensidad con que ha comenzado una nueva campaña por la carretera Cibao-Sur en los medios de comunicación sugiere que detrás de la misma se mueven fuertes intereses locales que desean acortar la distancia entre Santiago y San Juan de la Maguana.
En una democracia, estas campañas son legítimas, en el sentido de que cada persona o grupo tiene derecho a expresar sus intereses por los medios que crea convenientes, siempre y cuando no lesionen los derechos de los demás.
Bienvenida es, pues, esa campaña, porque mantiene el tema sobre el tapete, y nos permite volver a argumentar sobre lo inconveniente que sería llevar esa carretera por la ruta de El Rubio-Sabaneta, como proponen ahora algunos, teniendo en cuenta que existen ya varios caminos carreteros por rutas más convenientes.
Pienso que los proponentes de la nueva ruta deberían sentarse a analizar de manera serena, no sólo los costos ambientales de ese proyecto, sino también los costos financieros de esa inversión y ponderar cuidadosamente sus externalidades negativas y positivas.
No nos oponemos a que el Cibao y el Sur estén debidamente conectados pues hace tiempo que los gobiernos construyeron vías con ese propósito, vías que ya existen y que sólo esperan que el Estado vuelva a convertirlas en carreteras modernas y bien acondicionadas.
Una de esas vías, Constanza-San José de Ocoa, cruza por el mismo corazón de la Cordillera Central, con accesos desde el Cibao por Jarabacoa y Bonao, terminando en el llamado Cruce de Ocoa, en Baní.
Otra cruza la misma cordillera, desde Piedra Blanca hasta Las Carreras, pasando por Rancho Arriba y San José de Ocoa.
La tercera, más corta y alejada del Cibao, que también va de norte a sur, cruza desde Villa Altagracia a San Cristóbal.
La cuarta es la llamada Carretera Internacional, que sirve parcialmente de frontera con Haití, y que cruza también la Cordillera Central, conectando los pueblos de la Línea Noroeste y sus campos con San Juan de la Maguana, por la vía de Loma de Cabrera, Restauración, Pedro Santana, Bánica y las Matas de Farfán.
La quinta fue abierta recientemente, y marca la mejor ruta posible entre Santiago y San Juan de la Maguana. Me refiero a la ruta Constanza-Padre Las Casas, que acorta sustancialmente el tiempo de conexión entre ambas ciudades.
En pocas palabras, cruzar de Santiago a San Juan de la Maguana, o viceversa, por Casabito/Jarabacoa-Constanza-Padre Las Casas costaría a cualquier transportista mucho menos tiempo, combustible y esfuerzo que por cualquier otra ruta.
Para que se convenzan, invito a los proponentes de la nueva carretera Cibao-Sur a examinar el mapa del país, no el planito de caminos y sin montañas que utilizan los turistas, sino cualquier otro mapa moderno que muestre el relieve del terreno.
Estudiando ese mapa, los proponentes de la nueva carretera deberían considerar el impacto ambiental que esa carretera tendrá sobre la Cordillera Central, sus ríos y sus bosques.
Algunos de los que piden esa sexta carretera dicen que "no lesionará la Cordillera Central".
¡Por Dios!, señores, ¿cómo pueden ustedes decir eso? Ustedes están proponiendo que esa carretera cruce, según sus palabras, desde Yabonico, cerca de la Presa de Sabaneta, a El Rubio de San José de las Matas, pasando por los Altos de los Copeyes, la Cruz del Negro y la Sidra de Toma, rompiendo las reservas forestales de La Leonor y Los Ramones.
Para los que no conocen la geografía de la isla, la ruta para esa sexta e innecesaria carretera cortaría medio a medio tres grandes parques nacionales (José del Carmen Ramírez, Armando Bermúdez y Nalga de Maco) y pondría en gravísimo peligro las cuencas altas de los ríos Mao y Sidra, principales componentes hidrológicos, junto con los ríos Magua y Jicomé, de la Presa de Monción, de la cual dependen hoy muchas de las cosechas y acueductos de la Línea Noroeste.
Bastante daño le ha hecho ya al país la apertura de numerosos caminos de montaña sin estudios, sin desagües, sin control de escorrentías, sin manejo de taludes, sin pavimento impermeable, sin cálculos de pendientes, y sin tomar en cuenta su impacto ambiental en la conservación de fuentes de agua, para ahora volver a insistir en romper tres parques nacionales y comenzar a depredar las cuencas altas de los ríos Mao y Magua que proporcionan agua a la Línea Noroeste por medio de la Presa de Monción que, dicho sea de paso, es la única presa del país que no recibe sedimentos por la erosión de su cuenca.
Si alguien quiere saber lo que hace una carretera de montaña sobre un río que alimenta una presa, nada más tiene que ir por la autopista Duarte al río Jatubey, que cruza esa vía a unos tres kilómetros al norte del Cruce del Abanico y desemboca, junto al Jima y el Jatubey, en el lago de la presa de Rincón.
Antes de la construcción de la carretera de Casabito, Jatubey era un río caudaloso y limpio. Hoy es un enorme lecho de piedras secas que ya rompió y seguirá rompiendo su puente en la autopista Duarte y aumenta el nivel de su lecho rocoso año tras año, debido a los derrumbes producidos en los taludes de la carretera de Casabito.
En pocas palabras, un río muerto que aporta enormes sedimentos a la presa de Rincón.
Aparte de estos breves comentarios, existen numerosos otros argumentos económicos, técnicos y ambientales en contra de la apertura de una nueva y destructiva ruta para conectar Santiago y San Juan de la Maguana.
Podemos referirnos a ellos en otra ocasión. Pero por el momento, preferimos limitarnos a invitar, respetuosamente, al Señor Presidente de la República y sus asesores a reflexionar acerca de los costos financieros y ambientales que se ahorraría el país si se reconstruye el camino Constanza-Padre Las Casas con el mismo estándar con que se reconstruyeron las carreteras San Juan de la Maguana-Padre Las Casas, Jarabacoa-Constanza y Casabito-Constanza.
A aquellos que están movilizando la opinión pública con manifestaciones multitudinarias, pido respetuosamente que consideren estas reflexiones con la razón y no con la pasión, y piensen que gran parte del agua con que se riega la agricultura del valle de San Juan y la Línea Noroeste, y con que se surten los acueductos que sostienen la vida de sus ciudades sale de los parques nacionales que la nueva ruta propuesta de seguro impactará destructivamente.
Invito a los expertos en carreteras y técnicos ambientales a ofrecer sus opiniones para que de este debate salga la solución vial que más le convenga al país y no a algún dueño de finca de montaña en La Ciénaga de San Juan o en otro lugar de la Cordillera Central.
Esa carretera cortaría medio a medio tres grandes parques nacionales (José del Carmen Ramírez, Armando Bermúdez y Nalga de Maco) y pondría en gravísimo peligro las cuencas altas de los ríos Mao y Sidra, principales componentes hidrológicos, junto con los ríos Magua y Jicomé, de la Presa de Monción, de la cual dependen hoy muchas de las cosechas y acueductos de la Línea Noroeste.