Hago patrióticos y fervientes votos porque, por fin, la República Dominicana alcance la inmensa y muy excepcional gloria de que en el próximo cónclave elector cardenalicio uno de sus más célebres hijos, Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, sea ungido con el capelo y la tiara papal, en lugar del renunciante Benedicto XVI, por lo que exhorto a toda la feligresía católica de este país a elevar preces porque ese ilustrísimo dominicano sea elevado al trono del Vaticano para que continúe felizmente su obra pastoral, pero ahora con residencia permanente en Roma...en Roma...en Roma... ¡¡¡Síiii!!!...¡En Roma!