lunes, 29 de abril de 2013

CARIBE TOURS “arrecuérdenme a quién yo le debo”

Por Tony Rodríguez

 Pagué 280 pesos a Caribe Tours para asistir a la Feria del Libro, más 20 pesos al Metro de Santo Domingo hasta la parada Casandra Damirón.

 Caribe Tours, con sus regios autobuses compite en calidad con Metro ST, pero igual en informalidad con Aetra y Transporte Espinal. Sus buses hacen lo mismo que los distribuidores de leche, se detienen en cada portal.

 La ruta inició en Santiago, 151 kilómetros distantes de la capital dominicana. La guagua avanza, se detiene en La Vega. Entra el policía, más atrás el dulcero.

 Un muchacho de unos 20 años, saca el cuchillo y avanza hacia los pasajeros, el policía ni se inmuta. Saca una tableta de dulce de leche, lo corta y lo sirve con el cuchillo a los pasajeros que aceptan la degustación. “El dulce es gratis y sin compromiso” vocea el vendedor informal.

 El muchacho va con arte cortando la tableta, algunos pasajeros no aceptan el regalo, el muchacho insiste que es gratis hasta que culmina arma en mano su recorrido por el bus.

 Del piso del chofer el muchacho levanta una caja, la adelanta dos metros en el pasillo, saca un paquete de canquiñas y una hilera de tabletas de dulce, “a 35 el dulce y a 25 la canquiña”, alude con gracia el vendedor.

El país apagado y el doctor Demetrio Wasar Gómez insistía en mantenerse encumbrado en el arco de la bandera protestando contra Barrick Gold.

 El muchacho arrimaba las nalgas de los asientos, para mantener en equilibrio la hilera de dulces, entregaba, recibía, se metía el dinero a los bolsillos.

 Subero Isa dice que la sentencia Suprema caso Sun Land fue política, y eso salvó en tablitas al ciudadano Félix Bautista.

 Un pasajero regateaba los precios al vendedor, 4 canquiñas por 20, el vendedor con gusto aceptó. Con galantería le extendió una canquiña a una mujer que llevaba al hijo en las piernas.

 Wilson Daciel Nicasio, investigado por la muerte del coronel Julián Suárez Cordero en protestas de la UASD, acudía a NCDN, para que periodistas fueran testigos de su entrega a las autoridades. La Policía dice que celda de su celular estaba colocada de frente al coronel malogrado, al momento de producirse el disparo.

 El vendedor comienza a mostrar confusión, “arrrecuérdenme a quien yo le debo”. Comenzaron a aparecer los reclamantes, que entregaron cien pesos, y no se les había dado devuelta.

 El vendedor pintoresco cumplió con todos, en el Cruce de Piedra Blanca bajó echándole bendiciones a los pasajeros, y más atrás bajó el policía, hasta ahí había llegado su bola.

 Apagué los ojos un rato, hasta que el chofer gritó: “Los Alcarrizos, los que se quedan en Los Alcarrizos”. Más adelante gritó: “El 9, los que se quedan en el 9”, y luego: “Lope de Vega, se queda alguien en la Lope de Vega”, y luego: “Máximo Gómez, se queda alguien…” y me bajé más rápido que de carrera, para despedirme de un pésimo servicio de transporte que ofrece Caribe Tours, pese a la inversión monstruosa que tiene en su flotilla de autobuses.

 El Metro de Santo Domingo me resultó mejor, aunque de pié, una joven dientes afuera me vendió el boleto, me indicó la ruta que debía tomar, y me zambullí por el túnel debajo de la avenida Máximo Gómez hasta el boca de salida al Teatro Nacional. Había un montón de vendedores informales afuera, “mamaí, -gritaba uno, otro voceaba- quipes y empanadas”. Entré de prisa a la Feria, y comencé a escuchar a los libreros gritándome: “Señor, a 25, 50 y a 100 bajaron los libros”.