Si es cierto que Jósef Wesolowski, el Nuncio Apostólico que se marchó sin despedirse de nadie, tuvo problemas con monseñor López Rodríguez, después que el exsíndico de Juncalito, Pedro Espinal, revelara que Wojciech Gil, el fugado sacerdote polaco violador de niños, compartía sus aberraciones con el Nuncio (lo que ya sabe el Vaticano), entonces el Papa Francisco tiene tres opciones: 1) Aceptar que la justicia actúe contra ellos; 2) Quitarse las sandalias del Pescador (e ir a hacerle compañía a Benedicto), o 3) Quedarse indiferente y concurrir al desprestigio de la Iglesia.
POR RAMON COLOMBO