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Parece que la mayoría se ha olvidado de algo: la reacción que tengamos ante ciertas situaciones pone en evidencia cómo somos en realidad. Es triste y vergonzoso ver cómo jóvenes, e incluso adultos, se contagian fácilmente por la burla colectiva. Hemos visto cómo, en los últimos días, la expresión “Ánimo, ánimo, ánimo”, que proviene de una canción de bachata de una niña de 13 años, se ha convertido en el tema favorito de mucha gente que opina, se ríe, escribe comentarios y parodias en las redes sociales, con total ligereza y sin pensar en lo que supone querer humillar a una persona y lo que esas acciones revelan sobre nosotros mismos. En lugar de analizar los posibles daños psicológicos que los ataques pueden causar en una menor, vamos a analizar al agresor. Cuando nos encontramos ante situaciones de este tipo, son oportunidades excelentes para descubrir el carácter de nosotros mismos y de quienes nos rodean. Esas personas que se burlan y se ríen son candidatas perfectas para ponerlas en la lista de personas capaces de, en cualquier momento, hacer leña del árbol caído. Son personas con posible tendencia a dar la espalda, pues son tan influenciables que se dejan llevar por lo que hace y dice la mayoría. No piensan en la finalidad de los actos, sino que buscan caer en gracia con el grupo y actúan con la masa que no profundiza en motivos, daños, consecuencias y en lo que revelan de sí mismos con sus agresiones. La humillación es un acto que busca denigrar y avergonzar, públicamente, la dignidad de una persona. Pero más retorcido es hacerlo hacia un niño, niña o adolescente, ya que están en la etapa de formación personal, y ser blanco de este tipo de conductas puede herir profundamente su personalidad. Resulta alarmante ver a presentadores de televisión, locutores de radio y figuras públicas sumarse a una burla, sin la más mínima responsabilidad, no siendo conscientes de los valores que transmiten a la sociedad. El respeto a la dignidad de otro, independientemente de si se está de acuerdo o no, es un deber y un derecho que nos corresponde. Disfrutar, torturar o hacer fiesta queriendo poner en vergu¨enza a una persona no solo es una ordinariez, también pone en duda la templanza de nuestras actitudes y principios. No olvidemos que con la reacción de cada uno de nosotros ante situaciones de bullying colectivo (integrándonos alegremente o no) no solo develamos nuestro verdadero fondo y carácter, sino también cuán influenciables somos.
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