Félix Bautista, sus socios y protectores lo saben: Diez millones de ciudadanos estaremos en ese tribunal representados por el demandante Andrés L. Mateo, paradigma de buena ciudadanía de nuestro tiempo, y estaremos señalando hacia él (que, de humilde sastrecito de pueblo, en 12 años de presupuestos y contratos saltó a una obscena fortuna incalculable). Esto es así aunque ningún juez abyecto o cobarde (ya los conocemos) se atreva a condenarlo por todos los daños y perjuicios que haya causado. Porque lo que más importa es la condena de la historia, cuyas sentencias son inapelables.