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Cada “Julio 2” aquí se “arma” una fiesta porque jóvenes con menos de 18 años reciben millones de dólares por estampar sus firmas con equipos de Grandes Ligas. De alguna forma se “activa” la economía, varias familias salen de la miseria, pero al final queda una triste realidad: esos jóvenes, al igual que muchos otros deportistas afortunados, en un alto porcentaje fracasan en el terreno de juego, no se convierten en grandes figuras. Luego resbalan en la vida.
La consulta a un sicólogo es innecesaria, ha sido tan reiterativo que me aventuro sin ser un experto en conducta humana a resumir este fenómeno latino en una frase: “no llegan a nada porque le matan el hambre antes de”.
Ojalá que los últimos millonarios “Julio 2” pasen frente al espejo de otros que fracasaron, pero que desfilen de espalda, que no se miren ahí Que no compren el cadenón, el yipetón ni el pistolón, inviertan en su casa, en propiedades inmuebles, en preparación académica, mejoren el hábitat de los viejos y ahorren lo más posible Si ya se sienten como David, Manny, Pedro, Canó, entonces desaparece el deseo de llegar y eso de sacrificarse se olvida y todavía falta mucho para un primer inning de Grandes Ligas.
