La facilidad con que los interesados contratan sicarios para ejecutar a enemigos o personas inconvenientes, autoriza a pensar que el suministro de estos personajes es algo conocido por todos, y por las autoridades.
La muerte por encargo no debe ser un producto de fácil venta en el mercado, pero aquí parece que lo es, por la cantidad de casos que se conocen. Sólo falta que los sicarios se anuncien en las calles.
Evidentemente, quien mata por encargo está convencido de que no lo van a atrapar, o que de caer en manos de las autoridades, no tendrá muchos problemas en prisión. O existen grandes complicidades a todos los niveles, o hemos perdido irremisiblemente la lucha contra la delincuencia.
En una sociedad donde la vida de una persona es una mercancía que se vende a precio vil, no hay seguridad para nadie. Eso debieran entenderlo los policías que se prestan a esa complicidad, los jueces pusilánimes y los fiscales que no hacen su trabajo. Esta sociedad necesita pararse firme, como hizo Colombia, por ejemplo, o no habrá Patria.
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