El salario promedio anual de un congresista en los Estados Unidos es de US$174,000.00, monto que a la tasa actual en pesos dominicanos equivale a RD$7, 673,400.00, lo que dividido en 13 salarios hace la suma de RD$590,261 mensuales. Además de esto, reciben lo que ellos llaman “anual allowances”, como gastos asistenciales, gastos de representación, viáticos, entre otros, con montos que varían entre 3 y 5 millones de dólares al año, dependiendo del número de personas representadas por cada legislador. Sumado a lo anterior, estos congresistas no tienen impedimento alguno para seguir sus carreras u otras opciones privadas productivas adicionales, sin límites para la cantidad de dividendos o beneficios que puedan generar. Y a pesar de todo esto, muchos se quejan allá como el legislador Jim Moran de que ellos son subpagados.
En Canadá un legislador recibe aproximadamente US$152,800 al año, mientras que en México el ingreso anual es de US$150,800.00. En Brasil perciben US$125,000.00 y entre otros de Suramérica los chilenos y los colombianos ganan US$104,000.00 anuales, que en pesos dominicanos equivale a un salario mensual de RD$352,800.00, similar a lo que perciben los congresistas en Panamá. Todo esto sólo en salarios y sin agregar remuneraciones, gastos para labor social y la dieta, que no es un tema de tanto interés aquí como en otros lugares del mundo, puesto que el Parlamento Europeo tiene actualmente un debate abierto respecto a lo que debe ser una dieta adecuada, cifra que de acuerdo a conclusiones preliminares anda cerca de los 7 mil euros mensuales.
En algunos países hay partidas extraordinarias para los legisladores que para nosotros no son conocidas porque nunca las hemos tenido, como los gastos diarios para prensa que se conceden a los congresistas en Uruguay.
En todos los ejemplos anteriores y otros más como Perú (donde los bonos de representación son más altos incluso que los salarios), Ecuador, etc., los legisladores ganan más que los de República Dominicana, por lo que, aún cuando alguien no esté de acuerdo con los beneficios que reciben nuestros senadores y diputados, no es responsable justificar esa posición con el falso argumento de que “son los que más ganan de la región”.
Y aunque es bien sabido que tradicionalmente muchos han visto la política como un negocio no se puede caer en el simplismo de atacar sólo para hacer oposición pero sin la profundidad y la información que permitan cuestionar sobre bases reales y con serios fundamentos.
Por Leila Mejía