¡Ya me imagino el boche que de ahí ahí les habrá dado a todos esos señorones! Más o menos debió ser así (y, si no, que Su Santidad me perdone si lo que expreso es un deseo acomodado a su estilo): “¿Cómo es posible que ustedes, pastores mayores del Señor, se mantengan cuando menos indiferentes ante el odio xenofóbico? ¿Cómo comprender su indiferencia ante la violación de tantos derechos negados? ¿Cómo es posible que sólo salven nuestra honra esos curitas de barrios y pueblos consecuentes con la misión humana que les encomendó el Señor? ¡Y no me vengan con mea culpas ni con golpes de pecho, carajo!”.