martes, 1 de septiembre de 2015

Cuando vas al campo...

No sé si les pasa lo que a mí. Pero cuando viajo a los pueblos pequeños, sea Jábaba, Nisibón, Bánica o Canca Reparación, nadie borra su sonrisa espontánea para preguntarte “cómo está la cosa”. Y cuando estrechas cada mano campesina sientes que es sinceramente humana y, por tanto, familia. Y cuando conversas en el patio, a orillas del conuco, redescubres la dimensión exacta de la vida, que se mide en lluvias y cosechas, en amaneceres y estrellas. Y cuando te despides para retornar a tu mordiente cotidianidad es cuando te preguntas dónde está la irrealidad de este hermoso país: si en la barbarie o en su gente sencilla.