lunes, 4 de abril de 2016

Cómo se mueve el “peaje” EN LA PENITENCIARÍA CIRCULAN CERCA DE 30 MILLONES DE PESOS CADA MES


El pago del “impuesto” le da legalidad a la transacción. Poner una “mesa” (un negocio en los patios o los pasillos) cuesta entre 20,000 y 30,000 pesos, y el alquiler de un “sitio”, de 600 a 700 la semana. “Francisco”, un interno de “Malvinas”, dice que cuando uno llega a La Victoria, debe “invertir” en promedio por lo menos 5,000 pesos, que se irán poco a poco desde el policía de la “Planchita” y el oficial y el “representante” del área, hasta el custodio que lo va a “trancar” y el “representante” de la celda, todo dependiendo del lugar del que se trate (los precios de “Alaska” distan mucho de los del “Patio”), sin contar con el costo de la “goleta” o del sitio para dormir. 

 Además, todo lo que entra a La Victoria paga un “impuesto”, dependiendo de lo que se trate y de quien lo traiga; el sistema, de tan enquistado, llega a ser en un momento justo: una persona con mayores recursos pagará más que otras. Por meter al penal un abanico hay que pagar 500 pesos, por una nevera que costó 15 mil, casi 10,000, por un televisor de 30,000 pesos, unos 15,000. Igual pasa con las personas. “Todo el que entra tiene que pagar”, dice “Francisco”. 300 pesos el VIP mínimo, que en otros lados, recibe el mismo privilegio: andar con un cuchillo, por ejemplo, puede costar hasta 3,000. Pero el negocio que más deja (a todos y sin forma de cuantificar) es el juego: cartas, dominó, gallos, lotería de bancas y de boletos para llenar, apuestas. “Si eres honesto no sirves para el sistema”, afirma el interno, al referirse tanto a sus compañeros que andan al margen de la ley como a algunos policías corruptos. También estima que en la puerta de entrada, producto de las extorsiones, se manejan al menos un millón de pesos al mes, al contado. 

 “Lo que entra por allí, cuando yo me voy, es incalculable. Y los sábados y domingos, cuando no estoy, el penal es una pudrición”, ratifica Demetrio Fragoso, de 55 años, aunque sus cifras son mayores. El encargado de los Economatos (establecimientos que abastecen de ciertos productos a los internos) de la Penitenciaría Nacional de La Victoria, asegura que su puerta es una verdadera “aduana”. Hace dos años, recuerda, cuando compró tres freezers para la administración, el propio coronel de entonces, la mayor autoridad uniformada de la prisión, lo “quiso picar”, pero terminó siendo cancelado. 

 “Aquí había gallos, maquinitas, bancas establecidas”, señala Fragoso. Igual que yuca proveniente de la finca de una alta autoridad, que dejó de comprarse, aunque el negocio del carbón, que alimenta todos los fogones del penal, sigue siendo exclusivo de dos policías que venden a mil pesos el saco, y a 10 y 15 la funda. Otros dos, apunta el funcionario, son los encargados de reunir en la puerta de entrada 20 mil pesos diarios para “no se sabe quién”, lo que hace 650,000 al mes. Y si cada día entran, mal habidos, más de 50,000 pesos por la puerta, al mes se “recaudan” entre millón y medio y dos millones de pesos. “Este es un sistema desgraciado”, dice Fragoso. 

 En la puerta de entrada a La Victoria hay por el día tres agentes permanentes: un policía, uno de la DNCD y otro de Asuntos Internos. “Blin Blin”, el de la DNCD, ha dado con mucha droga que intentan introducir a La Victoria. Su estrategia es darle confianza a la “mula”, dice. Él fue el que atrapó a una muchacha con tres libras de marihuana escondida en galletas ”reo este mes. Abrió una y no había nada, pero estaba seguro de que algo había entre manos. Hasta que dio con ella. “Blin Blin” sabe que adentro también engañan a los internos que ya están pasados, vendiéndose entre ellos una mezcla de paja con excremento de vaca que hacen pasar por marihuana: “Uno prendido, en su pase, ni cuenta se da”, afirma. También usan azúcar para diabéticos y un componente conocido como “Fisol”. Si la libra de marihuana vale entre 5,000 y 5,500 pesos en la calle, aquí cuesta entre 10,000 y 15,000, que cubre la demanda de una gran parte de los 8,000 internos. El cigarro de marihuana cuesta 50 pesos, la libra 22,000. Para pasarla hay que pagar 6,000 pesos. La piedra de crack, también vale 50; la cocaína, en cambio, de muy bajo consumo en La Victoria, cuesta 1,000 el gramo. 

 “La marihuana no puede faltar. Lo único que mantiene tranquilos a esos cabrones es eso”, sentencia Fragoso. Según “Francisco”, el de “Malvinas”, en La Victoria se consumen entre 20 y 25 libras de marihuana a la semana. Sólo en el “Hospital” se van cinco como mínimo. Algunos internos calculan que al menos ocho de cada 10 consumen marihuana en algunas áreas del penal, sobre todo en el “Patio”, porque en “Alaska” apenas son dos de cada diez, debido a que rige casi otro comportamiento. 

Para que llegue a los internos existen cadenas de distribución en las propias celdas, y hasta mecanismos para pasarla de una en una cuando todo el mundo está “trancado” (la marihuana se introduce en una botella de plástico y se amarra a una soga que se tira con fuerza por el pasillo, pasándola de celda en celda. El licor también tiene su precio y su propia forma de abastecimiento. 

El teniente Demetrio Guzmán cuenta que los martes y sábados, los internos preparan el “vino” o lo que sea que se beberán al día siguiente, miércoles y domingos, con la visita. Se hace con maíz, levadura, remolacha y hasta químicos que solo unos pocos están capacitados a hacer. 

El licor casero cuesta 150 la botellita de refresco, y 50 el “vino”. Si el interno tiene dinero, puede pagar algo más refinado: una botella de ron vale 1,000 pesos y una de whisky entre 3,500 y 4,000 pesos en el “Hospital”, y hasta 7,000 en otros lugares, no menos, y más caro en diciembre porque en La Victoria pesan doblemente las razones del mercado. 

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