Si bien la ceremonia pública del sábado durará unas horas, la incineración en sí misma puede alargarse varios días. "De hecho, el marfil no se quema", explicó a la AFP Robin Hollister, responsable pirotécnico de la cremación.
"Si intenta quemarlo con una cerilla o echándolo a una hoguera, no funcionará. El exterior estará carbonizado pero el interior seguirá intacto", asegura. "Para reducirlo a cenizas, el marfil tiene que ser sometido a temperaturas muy elevadas", precisa.
Para conseguir estas temperaturas tan elevadas se inyectará, a presión, una mezcla de diésel y queroseno en el centro de cada una de las pirámides.
Diez hogueras gigantes para enviar un mensaje a los cazadores furtivos. Kenia quemó 105 toneladas de marfil y 1,35 de cuerno de rinoceronte procedentes de la caza ilegal, cerca del 5% del "oro blanco" mundial, la mayor cantidad jamás destruida.
Frente a las cámaras del mundo entero, el presidente keniano Uhuru Kenyatta y su homólogo gabonés Ali Bongo Ondimba, en cuyos países viven la mitad de los elefantes de selva de África, introdujeron cada uno una antorcha ardiendo en una pirámide formada por colmillos de elefante.
"Nadie, repito, nadie tiene que comerciar con el marfil, porque este comercio es sinónimo de muerte para nuestros elefantes y de muerte para nuestro patrimonio natural", declaró Kenyatta durante la ceremonia.
Los 16.000 colmillos incinerados el sábado representan casi toda la reserva de marfil keniano, constituida desde 1989, cuando se prohibió el comercio internacional del "oro blanco".
Actualmente entre 450.000 y 500.000 elefantes viven en África pero cada año, cerca de 30.000 son abatidos por los cazadores furtivos para recuperar sus colmillos y alimentar un tráfico que mueve cada año más de 200 millones de dólares en todo el continente.
EFE