lunes, 29 de agosto de 2016

Policías de Filipinas con luz verde para matar adictos y a narcotraficantes

MANILA, Filipinas. Reyjin sabe que su adicción puede costarle una bala en la cabeza debido a la “guerra contra la droga” emprendida por el presidente filipino Rodrigo Duterte, pero entra de todos modos en una casucha de Manila donde le espera su dosis. 

 Para él, como para muchos toxicómanos filipinos, la campaña radical contra los estupefacientes del nuevo jefe de Estado no ha cambiado nada. El síndrome de abstinencia es más fuerte que todo lo demás. 

 Más de 2.000 personas han muerto desde que Duterte, un abogado de 71 años, fue investido presidente en junio tras una campaña en la que prometió acabar con los narcotraficantes, aunque eso conllevara la muerte de toxicómanos o de pequeños vendedores de droga. 

 Duterte ha dado carta blanca a la policía para matar a los sospechosos que opongan resistencia durante el arresto y ha alentado a la población a implicarse en el combate.

 El efecto ha sido inmediato: más de la mitad de los homicidios son atribuibles a civiles y a bandas criminales.

 Unos policías armados patrullan sin parar el barrio pobre de Manila en el que vive Reyjin, un conductor de triciclo usado como taxi. Pero él sigue tomando su “shabu”, metanfetamina en argot. 

“Da miedo porque podría ser el siguiente en la lista”, declara a la AFP este padre de tres hijos que quiere conservar el anonimato. Está demacrado y tiene la dentadura destrozada.

 Reyjin, de 28 años, cuenta el caso de una mujer que le vendía las dosis.

 AFP