miércoles, 8 de marzo de 2017

Mujeres derriban la desigualdad en industria de la construcción


Manhattan, Nueva York. – Cuando incursionó en la industria de la construcción en 2014, Guadalupe Aguirre subía y bajaba seis pisos por las escaleras llevando a cuestas baldes llenos de agua y materiales que pesaban hasta 20 libras. 

También preparaba mezcla de cemento y hacia demoliciones, pero su paga era casi la mitad de lo que ganaban sus compañeros varones haciendo el mismo trabajo.

En un sector marcado por la desigualdad de género, a la mexicana, de 25 años, le tocó laborar extenuantes jornadas de ocho y 10 horas rompiendo muros “a mano pelada”, hasta no sentir los brazos en cada golpe con un mazo que pesaba exorbitantemente.


Su empleador la conoció en un restaurante, trabajando como mesera. La invitó a cambiar los platos y cubiertos por el martillo y el serrucho. Le aconsejó que probara suerte en la industria de la construcción, porque era seguro que ahí ganaría más que sirviendo mesas.



Aguirre fue contratada para limpiar los pasillos y los departamentos recién construidos. Era la única mujer entre los obreros, quienes la observaban con desprecio, según recuerda.

“Mis compañeros decían que yo tenía el cuerpo de una mesera y que por eso debería trabajar de mesera, decían que la construcción no era lugar para mí, ni para cualquier otra mujer”, contó Guadalupe. “Yo estaba convencida de que podía hacer el trabajo, incluso mejor que ellos, así que me empeñé en demostrar que las mujeres no somos el sexo débil, como ellos suponían”.

Guadalupe se apresuraba a terminar sus tareas y aprovechaba el tiempo restante para aprender de sus compañeros. Pronto desarrolló las mismas habilidades y pasó de la limpieza a otras labores que requerían más esfuerzo y especialización.

“Los trabajadores se quejaron, dijeron que yo no podía meterme a la construcción, pero el empleador sabía que lo hacía muy bien y me dejó seguir. Para mí era un triunfo, aunque no estaba del todo satisfecha”, comentó Aguirre. “Mis compañeros ganaban $180 por día y yo solo $100 por el mismo trabajo y las mismas horas. Mi empleador decía que la paga era justa por mi falta de experiencia, se negaba a aumentarme el salario”.


Guadalupe Aguirre realizando su trabajo. Zaira Cortés/Especial para El Diario
Construyendo igualdad

Aguirre no es la única trabajadora que se ha sentido marginada y discriminada en una industria dominaba por hombres. A su compañera y amiga Karen Nohemí Cruz, de 24 años, también se le negó el derecho de un salario equitativo, según contó.

La mexicana, quien llegó a Nueva York a los ocho años, recuerda que al pedir un aumento de salario que se ajustara al de sus compañeros, el empleador respondió que en un año posiblemente le “regalaría” unos $10 dólares extra.

Lejos de desanimarla, la respuesta del empleador impulsó a Karen a demoler muros con la misma velocidad que sus compañeros. Sentía que al mismo tiempo que construía, podía dar un ejemplo de que sí puede haber igualdad en la industria.

“Yo merezco respeto al igual que cualquier otra trabajadora de cualquier otra industria, pero en la construcción tuve que ganarme ese respeto a pulso y con el sudor de mi frente”, dijo Cruz.

Los trabajadores asumieron que las únicas herramientas que Karen usaría serían la escoba y el trapeador, por tratarse de una joven de baja estatura y delgada, pero la mexicana aún recuerda el silencio de asombro y respeto en la construcción cuando los obreros la vieron cargar un peso de hasta 20 libras sin ayuda.

La determinación de Cruz se convirtió en la herramienta más poderosa para escalar posiciones y alcanzar el salario justo y equitativo que tanto anhelaba, incluso consiguió ganar más que otros trabajadores.

“En ocasiones el empleador me delega responsabilidades como supervisar el trabajo y asignar tareas. En un principio, mis compañeros eran reacios a seguir las instrucciones de una mujer, pero eso ha cambiado y ahora me ven como su igual”, dijo Karen.

Para Cruz no se trata de una competencia de género, sino de una lucha por la igualdad en pleno siglo XXI en la ciudad de Nueva York.

“Defender mis derechos es defender los derechos de otras mujeres”, afirmó.

Guadalupe Aguirre y Karen Nohemí Cruz son líderes de trabajadores de la organización Workers Justice Project (WJP).

El 40% de los miembros de WJP son obreros de la construcción, pero no hay cifras de cuántas son mujeres, dijo Ligia Gualpa, directora ejecutiva.

Nilsia Ceballos (izq.), Karen Cruz y Guadalupe Aguirre, se han convertido en activistas de las obreras. Zaira Cortés/Especial para El Diario
“Mujer vestida de hombre”

Al igual que la feminista puertorriqueña Luisa Capetillo, quien desafío los parámetros sociales al vestir pantalones en una época que sólo permitía a las mujeres llevar falda, la ecuatoriana Olivia Soto también echó abajo el “concepto de superioridad” de sus compañeros al “vestir como hombre”.

“En un principio, mis compañeros no me veían como una colega, sino como una mujer vestida de hombre, con botas y casco. Yo no era nueva en la industria, aprendí mucho en Ecuador cuando ayudé a construir la casa de mi hermano”, dijo Soto, de 38 años. “Desde allá, en mi país, me enfrenté al concepto de superioridad masculina. Las mujeres no solo estamos para cocinar y criar bebés. Yo puedo hacer cualquier trabajo que haga un hombre, soy tan capaz y tan fuerte como ellos”.

Soto, una líder de la organización New Immigrant Community Empowerment (NICE), dijo que no teme al trabajo duro. Para ella es un triunfo terminar la pesada jornada laboral cubierta de polvo y escombros, pues cada partícula simboliza el esfuerzo de una madre por sus hijos, pero también la lucha de una mujer por la equidad.

“Me hice respetar y me gané una posición digna en la industria. Ahora puedo ganar más de $1,000 dólares en una buena semana, luché por una paga justa. El esfuerzo es doble para las mujeres, por eso estoy muy orgullosa de lo que he conseguido”, indicó.

Soto, una residente de Woodside, en Queens, envía remesas a Ecuador para sus padres y sus tres hijos, uno de ellos universitario.

“Soy independiente gracias a la industria de la construcción”, dijo.

Por justicia laboral

La labor de la panameña Nilsia Ceballos, de 42 años, no se limita a la demolición, acabados y pintura. La madre de dos adolescentes es una defensora de la justicia laboral y la seguridad en el trabajo.

Ceballos, al igual que Guadalupe y Karen, es una líder de la organización Proyecto Justicia Laboral. Luego de obtener la tarjeta de la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA) y gracias a su experiencia de cuatro años en la industria de la construcción, la trabajadora se ha convertido en maestra para sus compañeros.

La residente de Sunset Park, en Brooklyn, es la instructora de seguridad laboral de grupos de hasta 50 trabajadores varones. Conoce cada aspecto en el tema, desde cómo ajustar un casco hasta cómo armar un andamio.

La original de Colón, Panamá, se ha convertido en un referente en su lugar de trabajo. “Muchos compañeros se sienten amenazados por mis habilidades, creen que les quitaré el empleo porque soy realmente buena en lo que hago. Estoy orgullosa de haber alcanzado este nivel y ahora ser yo la que da los concejos”, dijo Ceballos.

“Mi sueño es ganar un salario de $40 la hora, que mi trabajo sea verdaderamente apreciado y respetado. Conseguir un salario así sería esperanzador para otras mujeres. Somos pocas en la industria, para mí representa abrir puertas a otras compañeras”, destacó Nilsia, quien domina varias áreas de la construcción, pero va por más y entre sus metas destaca la justicia laboral y la igualdad para las mujeres de la industria.

“Estamos echando abajo los estereotipos. Se equivoca quien diga que una mujer no puede llevar casco y botas y demoler paredes y poner pisos de azulejo”, sostuvo.