domingo, 25 de junio de 2017
Niños pedigüeños "pican" mejor que nunca en exterior cárcel de Najayo
nestor.medrano@listindiario.com
Santo Domingo
Miguelito Paniagua (nombre ficticio) se aisló del grupo de niños y contó, entre papeletas y menudo, 1,400 pesos. Le fue bien. Eran las seis de la tarde y el conductor de la yipeta Grand Cherokee, que salía de la cárcel de Najayo, donde visitaba a alguno de los presos distinguidos del caso Odebrecht, fue rodeado por el grupo, subió al vehículo, bajó el cristal y les entregó una dádiva.
Al morir la tarde, en la explanada frontal del recinto penitenciario aún quedaban varios vehículos de lujo estacionados. Poco a poco fueron saliendo sus propietarios. Un Mercedes Benz, una Lexus LX 570, y otras tres yipetas Toyota 4 Runner. Del otro lado de la vía, dos mujeres y un hombre permanecían acuclillados, atendiendo su negocio de mangos maduros y cocos de agua.
“Ya les di veinticinco pesos a cada uno…no hay más cuarto…”. Los niños, con edades entre 8 y diez años estaban risueños.
Cuando los propietarios de los vehículos se marchaban, los pedigüeños repetían la misma rutina, corrían detrás de ellos, algunos aceleraban los pasos, hombres bien vestidos, mujeres de pelos sueltos, ninguno de ellos fue indiferente. Todos dejaron su menudito.
A Miguelito Paniagua no le importó que los reporteros de LISTÍN DIARIO estuvieran apostados ahí, en la misma acera de los vendedores de mangos y cocos de agua para detenerse a contar su dinero, un número indistinto de papeletas de 50 pesos.