sábado, 22 de diciembre de 2018

Un nido de pobreza donde nunca llega la Nochebuena


Santo Domingo.- El grito de su niño pequeño por hambre es fuerte y Mabel de la Cruz, no sabe qué hacer, a duras penas le dice a su hija mayor, de los cinco que tiene, que le prepare el alimento en un biberón, pero no hay leche, solo tiene té.

A continuación sus dos pequeños hijos empiezan a disputarse este alimento que parece escaso, y quizá sea el único sorbo que podrá percibir su paladar; allí aflora la desesperación de una madre que desea alimentar a sus hijos. Solo hay un vaso para realizar esa anhelada mezcla. El gas dentro del tanque ha desaparecido, y con ello la posibilidad de una cena navideña distinta, lejos de las limitaciones de su diario vivir.

Mabel tiene 30 años, y lo único que puede hacer son algunas labores domésticas cuando logra encontrar quien cuide a sus hijos; sin embargo, su esperanza no parece extinguirse y piensa en la posibilidad de que una mano amiga pueda brindarle la ayuda necesaria para alimentar a sus pequeños.


Vive en La Ciénega, Respaldo 9, casa 53, Santo Domingo, Distrito Nacional; una ayuda sería fundamental para que pueda tener una “Nochebuena diferente”. Cuenta con un número de contacto perteneciente a su vecina Cándida Herrera: (829) 431-1537.

Manifiesta que se ganaba la vida limpiando en una casa de familia, pero en el momento en que los propietarios se fueron del país, quedó desprovista del ingreso de cinco mil mensual que recibía. Actualmente vive en una casa alquilada, y debe pagar 1,300 pesos cada mes y en ocasiones le es difícil completar la totalidad del pago.



“A veces no tengo cómo pagar ese dinero, pero trato de completarlo antes del 30”, expresa con notable persistencia.

La casa es de madera y zinc, su estado de deterioro es significativo, allí dentro solo tiene una cama para ella y sus cinco hijos. Su televisor y abanico se dañaron hace varios meses. La estufa que posee se encuentra fuera de funcionamiento, al igual que su nevera, por esta razón ha llegado a perder alimentos, tras haberse podrido por falta de refrigeración al igual que las carnes.

“Se me han dañado muchísimas cosas, ya no puedo dejar nada de comida aquí”, expresa De la Cruz.

Este drama es constante, se repite sin importar tiempo ni circunstancias, ya es parte esencial desde que comienza el día hasta que termina.  La miseria se ha hecho partícipe de la misma. Su ropa desgastada y las necesidades que atraviesa exponen el grado de pobreza en la que se encuentra inmersa.

MABEL. ¡QUIERO TENER UNA NOCHEBUENA DIFERENTE
 “Hemos pasado mucha hambre”
M abel narra los días que ha podido sobrevivir solo de la caridad de los vecinos, muchos de ellos se conduelen y le sirven porciones de arroz para que al menos pueda dar de comer a sus hijos. Expresa que en momentos, lo regalado solo da para saciar el hambre de esos infantes. Para ella, lo más importante es darle lo suficiente para mantenerlos saludables.

Hace labores domésticas en distintos hogares para recibir el dinero suficiente para costear la comida de ese día. A cuadras de donde vive limpia en un lugar de Repuestos para Automóviles, allí recibe entre 200 y 300 pesos y con eso compra arroz. En los días que este negocio no labora, opta por fregar o limpiar pisos en algunas casas donde la solicitan.

“Si no encuentro comida por ningún lado, salgo a trabajar, lo que no dejo es de darles algo que comer”, puntualiza Mabel.

Anhela una vivienda propia
Desea tener una vivienda propia con todo lo necesario para vivir dignamente con sus hijos y sin tener la preocupación del pago mensual de una casa.

Persistente Los dolores de cabeza siempre le atacan, pero no es un impedimento para salir a trabajar a fin de ayudar a su familia, y poder darle hasta donde sus posibilidades se lo permitan.

Cuando logra prepararles desayuno a sus hijos, sale a recorrer las calles de su comunidad a fin de realizar alguna venta con el objetivo de recibir remuneración. Cuando entra la etapa de la Navidad se lamenta porque en estos últimos años no ha podido darles una comida especial.

“Muchas navidades las he pasado sin cena, no comemos nada, a veces los vecinos nos dan moro y nos regalan manzanas”, expresa.

Manifiesta con tristeza que sus hijos no han tenido la Navidad que ella soñaba con darles.

En busca de ayuda 
La mañana de ayer 21 de diciembre, salió en busca de ayuda, escuchó que frente al Palacio Presidencial estaban dando bonos de compra, pero la multitud era tanta que no pudo recibir lo que anhelaba.

FELICIA. ¡DESEO TENER COMIDA PARA DARLES SIEMPRE!

Los días de Felicia Félix y sus nueve hijos son una odisea. Encontrar el pan de cada día se vuelve su misión principal, cuando desde la ventana de hojalata de su vivienda inestable entra la luz del sol. Con 38 años ya conoce de cerca el dolor, la incertidumbre y la tristeza. Su esposo ya no puede trabajar debido a un accidente laboral; ahora la familia descansa sobre sus hombros.


Pensar en qué le dará de comer a sus hijos, es su pensamiento recurrente y su deseo es tener comida suficiente para alimentarlos a todos. La ayuda de los vecinos es su último recurso, que permite que por lo menos puedan comer una vez al día.

Hace años que su estufa, nevera y lavadora se dañaron, ya ni siquiera los alimentos crudos que le llevan los pueden almacenar, por lo que el sentimiento de pesar la invade, se detiene y expresa su impotencia.

“Yo no sé qué le voy a dar de comer a mis hijos. Ellos solo me tienen a  mí”, dice Felicia, deseando encontrar una mano amiga que la socorre de una vez y por todas de la miseria que la embarga.

“Por obra y gracia divina” puede dar de comer el preciado cereal a sus hijos, mientras lo hace, todos se detienen y observan el “cucharón” que contiene, probablemente la única porción de alimento que masticarán. Narran que cuando cae la noche, solo queda rezar para que alguien toque y le lleve “algo”.

Un improvisado fogón, con un caldero prestado sobre un carbón que le pide a quien lo vende, puede llevar a cabo el almuerzo del día, ya que la mayoría de sus calderos se los han robado.

A veces ni puede dormir, tiene miedo a que delincuentes entren a su vivienda y le roben los pocos utensilios que utiliza para preparar la comida y pese a sus intentos por asegurar la puerta, no puede, por lo deteriorada que se encuentra. 

En la noche solo le queda estar en vigilia. Felicia vive junto con sus hijos y esposo en La Ciénaga, Respaldo 9, casa número 14,  entrando por debajo del Puente Duarte. Cuenta con un número de contacto perteneciente a su vecina Cándida Herrera: (829) 431-1537. Para ella, cualquier ayuda es de gran importancia.

Sus viajes al mercado

Con el dinero que le dan algunos de sus vecinos puede costear el pasaje para ir a comprar ropas en la Duarte con París, allí compra distintas piezas de vestuario para luego venderlas en las cercanías de su vivienda a 10 y 15 pesos, pero pese a su esfuerzo, lo que logra recaudar es casi imposible para comprar arroz o habichuelas.

“Desde que mi esposo tuvo el accidente he tenido que sacar adelante a mi familia con la venta de ropas”, manifiesta.

Su pareja era maestro constructor, pero tras sufrir una herida en el pie izquierdo con una varilla, tuvo que dejar de trabajar.

El drama de la pobreza

Los hijos más pequeños de Felicia no han tenido la oportunidad de utilizar una bicicleta, sólo se conforman con ver el pedalear de algunos de sus amigos por el vecindario. La más pequeña desea tener una muñeca para jugar con sus compañeritas de la escuela que residen en su mismo sector; sin embargo, comprar juguetes no es una posibilidad para esta familia que carece de recursos para suplir sus necesidades básicas.

No tienen una vestimenta adecuada que los pueda proteger del sol y cubrir sus delicados cuerpos, salvo algunas camisetas y pantalones desgastados y algunos de ellos no tienen zapatos.

Otro de los grandes problemas que los afectan, es que los más pequeños no han podido ir a la escuela por un problema ocurrido cuando fueron a declararlos por lo que solo con la ayuda de un abogado pueden solucionarlo.

Debe mantener a su nieto hijo de una adolescente

Ayer, 21 de diciembre, su hija de 16 años dio a luz, por lo que deberá hacerse cargo de su nieto, ya que la madre es menor de edad y no tiene cómo mantenerse. En la actualidad también tiene que hacerse cargo de su primer nieto, este tiene dos años y se encuentra en estado de desnutrición.

No pueden sobrevivir 

Su casa está destartalada, tiene muchos agujeros, y cuando llueve el agua se entra a la casucha, haciendo que tengan que salir para guarecerse dentro de colmados u otro lugar hasta que pase. Su humilde vivienda cuenta con colchones para sus nueve hijos y su esposo, de los cuales uno de ellos está totalmente deteriorado. El abanico se le dañó, y no tiene ningún tipo de electrodoméstico que funcione.

El espacio de su vivienda es muy reducido, solo le caben las dos camas y un gavetero en malas condiciones y algunos de ellos les falta gavetas.

Lo poco que logra conseguir de pasta o leche en polvo lo coloca en un zafacón cerrado porque dentro de su casa los insectos y roedores se entran cada día.

“Quisiera que alguien me ayudara a hacer mi casa de block, porque en estas condiciones no se puede vivir, usted ve como estamos”, puntualiza Felicia.

Cuando reporteros del LISTÍN DIARIO llegaron a su humilde morada se pudo corroborar el estado crítico en el que se encuentran, y la existencia de un hoyo lleno de agua turbia que anteriormente era usado por esta familia para suplirse de agua. Ahora solo es un foco de enfermedades.