jueves, 24 de diciembre de 2020

¡Un toque absurdo, un pueblo inconsciente!

 


MIGUEL ANTONIO FIALLO CH.

Santo Domingo, RD

 Corría el año 1961 y con menos de 10 años, oíamos agazapados el chirrido de las cadenas oxidadas de los tanques del Dr. Joaquín Balaguer tratando de mantener a raya a un pueblo sediento de justicia.


No pedimos al gobier­no del presidente Abi­nader que saque los tan­ques a nuestras calles para mantener en sus casas a un pueblo inconsciente e irresponsable, que luce ajeno a la triste y patética situación en que nos tiene obligado el Coronavirus.


¡Sin embargo, como profesionales de la salud que somos, abogamos por un sistema de control ciu­dadano mucho más estric­to, más riguroso, más se­vero!


Nuestros colegas están cansados de la irresponsa­bilidad de un pueblo que hace caso omiso a las di­rectrices trazadas por noso­tros, los profesionales de la salud.


Y aun sin directrices, es de sentido común de lo que se adolece ante la crecien­te oleada de casos positivos que enfrentamos, y que aún mas, amenaza con empeo­rarse exponencialmente si seguimos actuando con tal desfachatez, egoísmo e im­prudencia.


Por un lado, encontramos las medidas de control guber­namental extraordinariamen­te flexibles y débiles.


Un casi surrealista “to­que de queda” poco menos que absurdo y que por an­tonomasia pierde su signi­ficado y se convierte en un adefesio conductual que abre las oportunidades y las avenidas a la indisciplina y la irreflexión.


Una casi inexistente campaña de orientación a la comunidad, donde los medios y los comunicado­res han tenido que llevar la voz cantante, ante la au­sencia de una política clara frente una posible debacle que podría ocurrir en las se­manas por venir.


Al superior gobierno, quien ha dado muestras de buena voluntad, genui­no interés de servir y de in­dudable idoneidad; le ro­gamos imponer un real y absoluto “toque de queda”; una restricción absoluta a la circulación desde la caí­da del Sol hasta el albor del día.


Entendemos lo que eso conlleva en el orden de lo psicológico y lo económi­co, pero un corto sacrificio de un par de semanas aun sea en tiempos de Pascuas podría significar una pode­rosa y efectiva arma sanita­ria en la lucha para frenar el Coronavirus.


En las próximas semanas enfrentaremos el peor mo­mento de la pandemia por diversos factores que el es­pacio no permite enumerar. De la salud de sus células depende la fortaleza, vigor y vitalidad de un tejido. El tejido de la Nación.


Por ello, la salud se im­pone sobre las presiones so­ciales, económicas y políti­cas.


¡Al pueblo que recapacite y piense en nuestros padres y abuelos, en nuestros cole­gas médicos, y entienda que quizás es un buen momen­to para que todos al uníso­no dentro de la alegría y fe­licidad hogareña, pensemos en nuestros prójimos, en los idos a destiempo, y medi­temos para que aquel Niño del pesebre tienda su mano a nuestra Nación e ilumine el corazón y mente de nues­tro gobernante y de las au­toridades de salud, guiando así la Nación por el sendero correcto del bienestar y de la victoria sobre el mal que nos aqueja!