MIGUEL ANTONIO FIALLO CH.
Santo Domingo, RD
Corría el año 1961 y con menos de 10 años, oíamos agazapados el chirrido de las cadenas oxidadas de los tanques del Dr. Joaquín Balaguer tratando de mantener a raya a un pueblo sediento de justicia.
No pedimos al gobierno del presidente Abinader que saque los tanques a nuestras calles para mantener en sus casas a un pueblo inconsciente e irresponsable, que luce ajeno a la triste y patética situación en que nos tiene obligado el Coronavirus.
¡Sin embargo, como profesionales de la salud que somos, abogamos por un sistema de control ciudadano mucho más estricto, más riguroso, más severo!
Nuestros colegas están cansados de la irresponsabilidad de un pueblo que hace caso omiso a las directrices trazadas por nosotros, los profesionales de la salud.
Y aun sin directrices, es de sentido común de lo que se adolece ante la creciente oleada de casos positivos que enfrentamos, y que aún mas, amenaza con empeorarse exponencialmente si seguimos actuando con tal desfachatez, egoísmo e imprudencia.
Por un lado, encontramos las medidas de control gubernamental extraordinariamente flexibles y débiles.
Un casi surrealista “toque de queda” poco menos que absurdo y que por antonomasia pierde su significado y se convierte en un adefesio conductual que abre las oportunidades y las avenidas a la indisciplina y la irreflexión.
Una casi inexistente campaña de orientación a la comunidad, donde los medios y los comunicadores han tenido que llevar la voz cantante, ante la ausencia de una política clara frente una posible debacle que podría ocurrir en las semanas por venir.
Al superior gobierno, quien ha dado muestras de buena voluntad, genuino interés de servir y de indudable idoneidad; le rogamos imponer un real y absoluto “toque de queda”; una restricción absoluta a la circulación desde la caída del Sol hasta el albor del día.
Entendemos lo que eso conlleva en el orden de lo psicológico y lo económico, pero un corto sacrificio de un par de semanas aun sea en tiempos de Pascuas podría significar una poderosa y efectiva arma sanitaria en la lucha para frenar el Coronavirus.
En las próximas semanas enfrentaremos el peor momento de la pandemia por diversos factores que el espacio no permite enumerar. De la salud de sus células depende la fortaleza, vigor y vitalidad de un tejido. El tejido de la Nación.
Por ello, la salud se impone sobre las presiones sociales, económicas y políticas.
¡Al pueblo que recapacite y piense en nuestros padres y abuelos, en nuestros colegas médicos, y entienda que quizás es un buen momento para que todos al unísono dentro de la alegría y felicidad hogareña, pensemos en nuestros prójimos, en los idos a destiempo, y meditemos para que aquel Niño del pesebre tienda su mano a nuestra Nación e ilumine el corazón y mente de nuestro gobernante y de las autoridades de salud, guiando así la Nación por el sendero correcto del bienestar y de la victoria sobre el mal que nos aqueja!