sábado, 10 de abril de 2021

Gobierno de Abinader pasa por su peor momento

 


Guarionex Rosa

Santo Domingo, RD

Sin que tenga la culpa de la si­tuación, a po­co de cumplir ocho meses en el poder, el gobierno del presidente Abinader está pasando por su peor mo­mento, con la pandemia COVID-19 que amena­za expandirse por malas prácticas, y la Policía en las cuatro esquinas.


Los adversarios de Abi­nader se ríen labios aden­tro de las tribulaciones que pudiera pasar su ré­gimen. Unos, con partida­rios en juicios históricos y otros que esperan los lla­men a las cortes, suponen que si el gobierno se debi­litara su situación podría mejorar a la postre.


Pescadores de río re­vuelto, no cuentan con que puede ser lo contrario porque las graderías piden sangre. Abinader ha dicho cada vez que hay un caso que amerita la acción de la justicia, como en el recien­te de una patrulla que acribilló a unos jóvenes evangélicos, que no puede intevenir.


Para encarar la pande­mia, los esfuerzos del régi­men son enormes, los gas­tos cuantiosos y su palabra empeñada en que la gen­te asuma las mejores prác­ticas de usar mascarillas, distanciarse y mantener el aseo, todo a la espera de que antes de fin de año se vacune al país.


La vacunación ha avan­zado bien. Preocupado, el gobernante fue el lunes a ver como andaban las co­sas en un centro de vacu­nación en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), sin dejar su agenda, pero el feriado de Semana Santa amenaza el trabajo.


Quizás todo lo que se ha podido lograr como advir­tió el Colegio Médico Do­minicano y los especialis­tas podría dañarse por la propensión dominicana a las fiestas, el solaz y el con­sumo alcohólico que afecta también la economía dismi­nuida de los que están en fiesta.


Los esfuerzos del régi­men son notables. El minis­terio de Salud Pública está respondiendo con preste­za a quienes piden infor­mación sobre el sitio en que deben inocularse con la primera y la segunda va­cuna, como en mi caso, que tras preguntar, recibí datos exactos.


Se teme que rebrotes de la pandemia ya están sur­giendo como resultado de un largo feriado de la Se­mana Santa que sirvió a muchos para congestionar las carreteras hasta los re­sorts y lugares de espar­cimiento con fiestones y bebederas sin contempla­ciones.


Uno de los resultados de ese desenfreno, aparte del daño que un incremento de la pandemia puede ocasio­nar, es la salida al mercado clandestino de algunas va­riedades de bebidas destila­das en patios sin la menor higiene y ligadas con quí­micos venenosos.


Algunas bebidas de ese tipo, vinculadas con rones haitianos como el clerén se expenden desde hace tiem­po en colmados de los ba­rrios populares de la capi­tal. Los compradores y los “colmaderos” saben lo que hacen. Las bebidas ilegales están camufladas.


La Policía lo sabe todo en los barrios; saben que las bebidas adulteradas con una fuerte gradación de al­cohol y químicos se ven­den al parecer para el pú­blico de escaso presupuesto para comprar el ron regu­lar, no obstante los precios moderados de la bebida criolla.


La PN en descrédito

El asesinato de dos jóvenes recién casados de la reli­gión evangélica a manos de una patrulla de la Policía en Villa Altagracia, ha resalta­do lo que tantas veces se ha dicho, inclusive en varios análisis que he publicado durante años, que la uni­formada es una institución brutal.


Podría ser sorprenden­te que la Policía actual no diste mucho en cuanto a sus métodos de la de los 12 años del régimen del doc­tor Balaguer, que heredeó toda su oficialidad de los servicios de seguridad, mi­litares y policiales de la Era de Trujillo.


En mis cavilaciones con el mayor general Neit Ni­var Seijas, mientras ambos coincidimos en condición de diplomáticos (Él agrega­do militar y yo Consejero y Cónsul General) de la Em­bajada dominicana en Was­hington, D.C., el tema de la brutalidad policial siempre surgía.


Nivar Seijas, de la vieja guardia que dejó Trujillo, había sido de la línea “floja” del régimen balaguerista que gobernó desde 1966-1978. Tanto militar como político le salvó la vida a al­gunos opositores a muerte de Balaguer como los her­manos Matos Moquete. La contraposición era la “línea dura”, que no tenía mucha piedad.


De Manuel y Plinio, so­brevivientes de aquellas jornadas, hablamos mu­chas veces en su residencia de Washington, D.C. entre 1979-1980. Nunca me dio una explicación clara de por qué la mentalidad de la Policía no cambiaba. Ha­cerse la pregunta ahora, 41 años después, deja las mis­mas inquietudes.


Unas conjeturas de sus labios me respondían que muchos jóvenes educados no querían ingresar a la Po­licía, pero de todas mane­ras la Policía los prefería brutones, de las zonas más atrasadas del país donde la milicia era la fuente nutri­cia del empleo.


Nivar Seijas quedó since­ramente afectado por el ase­sinato del periodista Grego­rio García Castro, quien me lo había presentado a raíz del apresamiento de Ma­nuel Matos Moquete. En el D.C., me repitió sus senti­mientos hacia ese amigo pe­riodista, una especie de ase­sor honorífico.


Los brutos a la PN

En la oficialidad de la Poli­cía se rieron cuando un je­fe propuso que entre los requisitos de ingreso se pi­diera el bachillerato, cosa que se mantiene para los que entran en las acade­mias. Los policías siguen mirando a los civiles por encima del hombro y dicen que no son gente. No creen en las ideas de los derechos humanos.


Algunos de los que la di­rigieron y salieron de ella sin dejar un trabajo digno de encomio, ahora sugieren que la recién formada co­misión para la transforma­ción de la Policía no tendrá éxitos. Irreverente, uno de esos generales, sugirió que el presidente estaba mal asesorado.


La Policía al parecer no ha cambiado en más de 40 años porque a su quehacer represivo y brutal, se une la desidia de los gobiernos para detener la corrupción, la tolerancia con las drogas narcóticas y la construcción de “caletas” ya que las for­tunas no pueden cobijarse en los bancos.


Al proclamar que se re­formará la PN “cueste lo que cueste”, el presiden­te Abinader ha empeñado su palabra en un caso que de una manera u otra afec­ta a la mayoría de los domi­nicanos, por la alevosía y la amenaza a la seguridad personal, ya que todos me­nos los gatilleros, se miran en el espejo.


Si un respiro tiene el presi­dente Abinader es que cuen­ta con apoyo popular según dicen las encuestas y que la economía se proyecta al cre­cimiento de acuerdo a los datos del Banco Central que reconfirman el Fondo Mone­tario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.