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@hectorj_cruz
En tiempos pasados, décadas atrás, ser elegido al juego de estrellas de las Grandes Ligas era un honor que todos deseaban. Era un escenario perfecto para mostrarse junto a los mejores, y también como lo mejor del negocio en determinado momento.
Los fanáticos participaban, desde luego, llenando tarjetas en los estadios y en los centros comerciales, y me viene a la mente la compañía Gillette, un patrocinador de siempre. Los pitchers eran elegidos por managers y coaches, incluso había un respeto por “los nombres famosos”, que llevaba a elegir a jugadores futuros inmortales, no importando lo que estuvieran haciendo en la temporada en curso.
Bueno, ahora es distinto. Lo más relevante para el jugador de estos tiempos es “hacer dinero”, y mientras más rápido consiga un gran contrato mucho mejor. Es más, por ahí anda un cuento de que la moda de los esteroides provoca que los peloteros se metan en eso buscando un buen contrato, no importa que los descubran o suspendan o que su vida útil no dure mucho tiempo. Ahora está el Internet que permite a cada fanático votar 25 veces, y existe una gran modalidad que otorga todos los poderes a la fanaticada.
El juego de estrellas se convierte rápidamente en un concurso de popularidad, y ya no es un evento y un honor apetecido por sus protagonistas. Ahora muchos prefieren el descanso de tres días que asistir al clásico de mitad de temporada.
La farándula manda ahora, y quién sabe si la gente disfruta más ahora que antes. Por lo menos, es lo que se con la asistencia al estadio de turno, aunque no sea lo mismo con los porcentajes de seguimiento de la señora TV.