martes, 17 de septiembre de 2013

Muy cara y… ¡muy mala!



yadames2003@yahoo.com


Para que no faltaran testigos estaban en primera fila el bonitillo juvenil Justin Bieber, y figuras del arte y el deporte como Lil Wayne, Elon Musk, John Voight, Diddy Combs, Charles Barkley, Wayne Gretzky, Jerry Bruckheimer, Jack Nicholson, Denzel Washington, entre otras celebridades.

 A ellos les fue peor, pero muy peor que a mí, me trasnoché sin salir del país, a 15 minutos de mi hogar, pero estos chicos, algunos entrados en edad como Nicholson, y hasta Denzel, quien ha perdido pelo de forma precoz, viajaron a Las Vegas, Nevada, para ver una gran pelea, la mejor de los últimos años, pero perdieron el tren y el ticket o sea, fueron por lana y salieron trasquilados; y es tiempo de confesarme: creo que jamás hubo una pelea tan cara, con tantas expectativas y... ¡tan mala! Malísima. Era mejor tomarse un trago, el de su preferencia, hasta de té... y no perder la noche viendo a Floyd Mayweather Jr. contra el Saúl “Canelo” Álvarez. Superaron en aburrimiento a las dos peleas unificadoras de Mike Tyson ante James “Rompehuesos” Smith y Tony Tucker, las superaron por mucho. 

 La pelea fue un gran fiasco por dos razones: Primero, gracias a la promoción la pelea impuso varios récords en cuanto a recaudación; por ejemplo, se vendieron todas las entradas en menos de 24 horas, entrando por ese renglón 19 millones de dólares a los bolsillos de los organizadores; luego una boleta de las primeras tres filas llegó a costar hasta 42 mil dólares en ventas particulares en la red, como si se tratara de la Pelea del Siglo. Y, segundo, las promesas del Canelo y su equipo de trabajo de hacerle una guerra a Mayweather resultó ser una fiesta de “baby showers”, fue la pelea más cómoda para este veterano porque el mexicano nunca desarrolló un plan para defender con garras sus coronas y con todas las libras que recuperó en la hidratación luego del pesaje no podía ni moverse, parecía un sapo blanco, grande y gordo, defendiéndose con precariedad de una serpiente que lo abofeteaba con cuidado, pero a todo placer, a su antojo.