sábado, 4 de noviembre de 2017
Detecta si sólo está fingiendo
Tiene sentido si recordamos que distintos estudios clínicos sostienen que alrededor del 35% de las mujeres nunca experimentó un orgasmo y que la anorgasmia constituye un flagelo universal, o mejor dicho una pandemia. Me he reído leyendo un manual de instrucciones para detectar orgasmos falsos que publicó hace poco una revista masculina. Supongo que a todos les afecta sentirse “estafados” en su buena fe.
“Desconfiar de los gritos excesivos y las palabras groseras ya que pueden esconder un falso orgasmo, cuando la respiración, temperatura corporal y tensión muscular no cambian a la par con el momento del éxtasis máximo, algo no va bien. Por último, una mujer estresada, ansiosa y con problemas de imagen habitualmente finge sus orgasmos” decía el autor de la nota.
Claro, el cuerpo no actúa por partes sino sincronizado, pero las señas más visibles del gozo son inconfundibles mientras que las fisiológicas son complejas de notar en un cuarto a media luz (contracciones musculares de los órganos genitales, las ondas cerebrales que demuestran que la actividad mental es notable etc etc etc).
Sabemos gracias a la medicina que la presión arterial y el ritmo cardiaco suben; que las pupilas dilatan y la garganta se reseca. Los pezones cambian de tamaño y forma, incluso hasta se aplanan, a menos que haga frío. Hombres y mujeres se ponen colorados hasta el cuello, sobre todo la nariz, y la parte alta del tórax, coinciden las descripciones clinicas, al punto que parece que hubieras tomado sol con pantalones y sin camiseta.
Respecto de lo que verbalizamos en trance, cualquiera puede decir cualquier cosa. Ya es cuestión emotiva. Hay quienes hablan mucho durante el sexo, otros enmudecen de felicidad, pero es común que de la alegría muchas cometan imprudencias, por ejemplo, decir “te quiero”, que no suena bien cuando sabemos que ese trata de un encuentro casual. Hay quienes se ponen a cantar, dispersando la concentración del otro. En fin. Próximo post va con foto de la histórica mesa.
Amanda Jot