Isaura Félix Peralta
Santo Domingo
El ruido molesta no importa de donde venga, pero en República Dominicana esta acción, contra la paz ciudadana y el medioambiente, es penada o no dependiendo de quién la cometa. Si un ciudadano común agrede su entorno con música alta, la Unidad anti ruidos de Medioambiente hace su trabajo, como corresponde: incauta bocinas, coloca multas y envía a una charla educativa a los infractores. Pero si la queja es por el ruido de la campaña electoral, puede caer en saco roto. Y eso que, para el bienestar general, el ruido es un asunto serio.
Según la Organización Mundial de la Salud, la segunda causa de contaminación medioambiental es el ruido. Este afecta, de manera directa, no solo el sistema auditivo, sino que también representa un factor estresante que contribuye con las enfermedades cardiovasculares, que se pueden manifestar en hipertensión, infartos o incluso apoplejías, altera el rendimiento, y puede causar trastornos del sueño.
En el país, el tema del ruido ha sido debatido en diferentes escenarios, porque entre otras cosas se considera que altera la paz y la estabilidad de la salud de los ciudadanos.
Pues, en estos días de campaña se puede observar cómo transitan los discolight con propagandas y música a alto volumen, los cuales también alteran la paz y tranquilidad de los ciudadanos, sin que les hagan cumplir la ley.
En el centro de la ciudad sucede de manera más esporádica, cuando se desplazan las caravanas, pero en los pueblos y los barrios, es diferente.
Residentes en las provincias se quejan de que no pueden ni hablar por teléfono porque las jeepetas y camionetas, con bocinas a todo volumen, transitan durante todo el día una detrás de la otra, sin darles respiro.
Es constante escuchar quejas de personas acerca de las molestias que producen los ruidos de las caravanas políticas en sus sectores, el estruendo que provocan las músicas, las vibraciones que perciben en hogares o negocios.