martes, 31 de enero de 2017

Ira por Valle Nuevo

Sembrar un árbol demanda tener amor en el alma, amar el porve­nir, amar a los que aca­ban de nacer y a los que aún no lle­gan. Hacer que ese árbol crezca es cosa de abonarlo con nuestra bondad, creer en un futuro de bonanza, mantener viva la esperanza de que siempre habrá agua, soñar con que el viento nunca dejará de entonar su melodiosa sinfonía de ramas. Amar el árbol es, en resumidas cuentas, identificarnos como lo que somos en el más sublime sentido de la palabra: Humanos. (Esta columna está dedicada con inevitable amargura, tristeza, rabia y pena a los que insisten en seguir depredando en Valle Nuevo).