Su esposa le pedía que se quedara en casa, pero él sentía el deber de hacer su trabajo. Supo que los taxis eran “servicios esenciales” durante la emergencia nacional por la pandemia, que los conductores deberían tomar solamente algunas precauciones, contó Romero a The Washington Post.
Las cuentas no esperaban: $1,100 del alquiler; $440 del seguro de automóvil y responsabilidad civil; $320 de tarifa de envío de taxi; $150 de estacionamiento mensual; $120 de factura de teléfono celular… y una larga lista.
Ahora está enfermo, igual que su esposa Sandra, de 32 años; su hija mayor y su yerno.
Romero, originario de República Dominicana, reconoce que su diabetes lo ha puesto en riesgo y ahora no habrá dinero para pagar la renta del departamento en El Bronx.
El taxista dijoq ue transportaba principalmente a médicos y enfermeras de sus casas a hospitales y viceversa.
“Luego comenzó a atender a personas que necesitaban un traslado al hospital. Algunos le dijeron que querían una prueba de COVID-19… Algunos tosieron en su pequeño Toyota Camry… algunos no se taparon la boca”, dice el reporte.
Raúl cree saber quién lo contagio: un hombre que era positivo a coronavirus y tosió en el auto. No rechazó el viaje para no discriminar, pero cuatro días después de ese viaje de 20 minutos, el taxista tuvo fiebre.
Romero ahora enfrenta la enfermedad sin poder laborar.
@eldiariony
